Drops of God 2023  “Decálogo de enología entre Francia y Japón”

Las nuevas tendencias de streaming siguen tan agotadas como inquietas, en medio de sus balances de cuentas y las envidias por destacar en la empresa.  La zozobra inicial del gigante Netflix, donde los números no cuadran, hasta su decisión de elevar las cuotas a los subscriptores. Todo vale, mientras los sumisos consumidores, sigamos gozando del divertimento y el saqueo. De igual modo, van los tiros por HBO y su fusión con Discovery, en el nuevo engendro, llamado Max Channel. Aquí sigue siendo HBO Max, todo al alza y previsiblemente, El grupo Disney, parece atisbar derroteros similares. Eso en lo puramente económico. Empero, lo realmente, importante es la proyección de viabilidad de proyectos a medio plazo. ¿Qué está pasando? Encontrar guiones y productos que hagan de la idea central grandes series o miniseries —de gran calado— les sobran dedos de la mano a los los grandes productores ejecutivos. Y ahí es, donde, la factoría de Cupertino ha salido a recoger una buena cosecha. El viejo zorro de Ohio, D. Steven, sabe lo que es un buen proyecto, en cuanto lo huele. Y Drops es una de esas nuevas series que están siendo, otra de esas nuevas sensaciones de la manzana creativa, huele y sabe muy, pero que muy bien: Gotas de Dios o Drops of God. Sería la traducción, o lo interpretable. Es un producto ampliamente reescrito para una audiencia global —a partir— de un cómic manga japonés. Este thriller aromático está envuelto en el conocimiento experto de los efluvios de dios Baco, los misterios del linaje y el talento obsesivo. Cuando un aficionado al vino francés —lo de aficionado, es una broma, pues hablamos del etnólogo más influyente e importante del globo terráqueo— con sede en Tokio fallece: Alexandre Léger, que interpreta el actor (Stanley Weber) y creador de la prestigiosa publicación Guide Wine. La historia se vuelve perversa. Ya que la forma de darle un sentido a todo ese legado del mundo vinícola, no es otra que trasladar todo su patrimonio, a aquel que sepa apreciar el valor de la esencia de esta manera de vivir. Proponiendo un reto, a través, de una serie de pruebas para la identificación/cata de vinos. Quien tenga más aciertos será el ganador de su invaluable colección de botellas, la cual, se convierte en el premio de una prueba —que enfrenta a su hija separada—, Camille (Fleur Geffrier) contra su protegido, Issei (Tomohisa Yamashita). Filmado con una suntuosa artesanía cinematográfica, este improbable drama multilingüe (en parte tiene algo de la mística del drama pugilístico de Rocky con un paladar magistral) es una alternativa intrigante. De hecho, muere cuando Camille está en camino en el avión privado que ha enviado.

En plena lectura del testamento, se sorprende al encontrar presente, a un joven japonés solemne y elegantemente vestido. Su padre, prestigioso etnologo  y eminencia mundial del vino; le ha dejado una extraordinaria bodega de 87.000 botellas. En términos de calidad y rareza, es la mayor colección privada de vinos del mundo, y tiene un valor estimado de 167.000 millones de yenes o 148 millones de dólares. Es, según Léger, “el frut de los dioses”. El drama de esta coproducción franco-japonesa en ocho capítulos surge de las pruebas que Camille e Issei deben preparar y superar, y también de la revelación paulatina de impactantes secretos familiares que ninguno de los dos sospechaba y quiere que este legado vaya a parar a alguien que pueda apreciar todo su valor. La idea original viene de un programa televisivo —que se ha extraído de una serie de manga japonesa— de 44 volúmenes con el mismo nombre que comenzó en 2004 y fue creada por un equipo de hermanos, Shin y Yuko Kibayashi. La serie es famosa por su impacto en el mercado del vino de Asia oriental, impulsando significativamente la venta de los vinos mencionados a lo largo de esta historia. Camille debe competir con el joven, un enólogo joven y brillante llamado Issei Tomine (Tomohisa Yamashita), que era el protegido de su padre y su por denominarlo de algún modo, su “hijo espiritual”. Pero el drama familiar es tan apasionante como visionaremos, a través de medidos flashbacks, el descubrimiento de la aversión con el alcohol de Camille, y el porqué, de la madre de Issei, parece tan fría y distante. Camille Léger (Fleur Geffrier) está en una fiesta de cumpleaños en un bar de París cuando recibe una llamada de su padre, Alexandre, un experto en vinos de fama mundial y creador de la influyente obra de referencia Léger Wine Guide. Se invita a la pareja a probar un vino tinto y luego tienen un mes para identificarlo. Camille observa a Issei Tomine sostener el vaso contra un paño blanco, olerlo, girarlo alrededor del vaso y volver a olerlo antes de probarlo. Él, claramente, sabe lo que está haciendo. Solía pasar los veranos allí cuando era niña, y su padre le entrenó su paladar y su sentido del olfato inusualmente sensibles. La representación de los dos personajes principales casi se inclina hacia los estereotipos nacionales. La pelirroja Camille es apasionada, impulsiva e incorrecta. Issei es reservado, formal y analítico, como una camara Sony 8K de última generación. Pero a medida que avanza la serie, descubrimos que tienen mucho en común. Los dos actores que los interpretan no son muy conocidos más allá de sus países natales: Francia y Japón. Pero con Drops of God no han perjudicado en absoluto sus perspectivas laborales internacionales. Geffrier, que parece sacada de un cuadro prerrafaelita, es una cara que rebosa magnetismo.

Habla los diálogos, que interpreta del guion, en tres idiomas (francés, inglés y japonés) y lo logra con entusiasmo y enorme solvencia. Yamashita, ya idolatrado en Japón, donde es conocido como cantante, bailarín y presentador además de actor, es una presencia carismática. Da, ese porte, de un modelo minimalista de Yohji Yamamoto. Ambos tienen pómulos lo suficientemente afilados como para pelar una uva. Drops of God está llena de hermosura y estilo. Sin embargo, su aversión al alcohol es un impedimento evidente y esta competencia ideada por su padre se siente como una última burla desde la tumba. Cuando se leen los términos del testamento, Camille balbucea: “Estás bromeando”, a lo que el abogado cortés e imperturbable responde: “En ocasiones lo hago. Pero no ahora. Hoy no, no.” Tiene a Camille en desventaja porque no bebe alcohol. En una escena anterior, la hemos visto tener una violenta reacción física a la bebida. Sin embargo, toma el más mínimo sorbo de vino y… vuelve a ocurrir lo mismo. Está desorientada y le sangra mucho la nariz. Ella sale corriendo. No le importa el vino ni el dinero. Tokio, la gran capital, del sol naciente se presenta en azules y grises acerados. Provenza está bañada por un sol dorado, a excepción de la tormenta dramática ocasional. La historia está desarrollada por Quoc Dang Tran, un escritor vietnamita-francés que ha trabajado en éxitos franceses como Call My Agent! (2015) y Le Bureau des légendes (2015), consigue imbuir las escenas de cata de vinos con la tensión de un thriller. Hay una toma secuencia particularmente divertida, como una película de aquellas comedias de Dino Risi, en la que Camille tiene que hacerse pasar por sumiller en un restaurante para oler un vino particularmente raro que ha comprado un comensal adinerado. Pero ella lo hace, por supuesto. Cuando se calma, le muestran la bodega de su padre y ve las extravagantes notas que escribió para describir varios vinos: “Led Zeppelin live 79”, “pollo a la menta”, “El bueno, el feo y el malo”. Y luego un vino con la etiqueta “Para beber con Camille cuando cumpla 18”. Todavía no sabemos el porqué de todo esto, ¿Qué ocurrió para que nunca sucediera? Pero después de ver un mensaje personal grabado de su padre, Camille, decide que participará en el concurso y pasará el próximo mes tomando un curso intensivo de enología en una finca vinícola en Provenza. Propiedad de un amigo de su padre. Escuchar a los personajes hablar sobre el vino y el proceso de elaboración del mismo con tanto entusiasmo, y escucharlos describir vinos increíbles de manera tan vívida, bien puede hacer que quieras beberlos.

Curiosa es la anécdota que paso en Japón, donde llegaron a duplicar con creces las ventas de vino, en el primer año de su publicación gráfica. En julio de 2009, la revista británica de vinos Decanter colocó a los Kibayashis en el número 50 de su lista de las personas más influyentes del mundo del vino, y remarcó; “que Drops of God es posiblemente la publicación de vinos más influyente de los últimos 20 años”. Un enólogo francés retiró un vino suyo del mercado después de que se mencionara para evitar que su precio se disparara. Los vinos de la serie de televisión, que ha cambiado varios aspectos de la historia del manga, son una mezcla de lo real y lo ficticio, pero si tiene algunas cajas de, por ejemplo, Château Cheval Blanc 2000 en su bodega, es posible que desee para aferrarse a ellos por un tiempo. Por ejemplo, España que somos uno de los grandes productores de este maravilloso brebaje, estarán contentísimos los dueños de bodegas tan prestigiosas como Vega Sicilia y de la otra denominación de origen, Rioja con mayor prestigio mundial. Sus nombres son mencionados en más de una ocasión. Uno de los muchos encantos del espectáculo es, que incluso si, no están muy relacionados con la cultura del vino y su conocimiento previo de estos caldos mágicos se reduce —esencialmente— a poder distinguir visualmente entre tinto y blanco. Se pueda sentir como si estuviera impregnado de gran experiencia, mientras observa el espectáculo. Y por supuesto, el acertadísimo, diseño de producción, donde se presenta un Tokio de enormes azules y grises acerados. El director Oded Ruskin captura un mundo de lujo pero también vivido, dejando espacio para pequeños momentos de humor. Así como la maravillosa fotografía, un excelente trabajo, del operador de cámara Rotem Yaron. Del algún modo, es una manera, que la mayoría de la televisión simplemente no lo es. Desde los cálidos y soleados paisajes de los viñedos franceses hasta el vidrio y el cemento del exclusivo Tokio y las sinuosas carreteras de un pintoresco pueblo italiano. La Provenza está bañada por un sol dorado, excepto por alguna que otra tormenta dramática. Los jefes de turismo provenzal no necesitan ayuda para vender su región, pero seguramente se frotarán las manos con alegría. También lo harán los enólogos. Drops of God (2023) parece estar diseñada para ser una de esas gemas ocultas en Apple TV Plus, como Servant (2019), Black Bird (2022), Severance (2022) o Ted Lasso (2020). Por cierto, a medida, que se vayan descorchando más botellas, más intriga y diversión para el espectador. No se la pierdan. Nota: 7,9