Shôgun (2024); «vuelve la aventura en el Imperio del Sol naciente»

En 1975, el escritor James Clavell publicó Shôgun, una novela de ficción histórica ambientada en el Japón feudal. Aquello fue un éxito de ventas, no. Fue mucho más. Shôgun, el libro, acabó siendo un betseller y encandiló a todo tipo de lectores. Un prestigiosa publicación de ensayos editó “En Learning From Shogun: Japanese History and Western Fantasy” donde se analizaba la importancia educativa del libro. El trabajo sobre esa recopilación de ensayos en 1980. Se detallaba todo el significado de la obra, gracias al profesor Henry Smith, que escribió: “Shôgun probablemente ha transmitido más información sobre Japón a más gente que todos los escritos combinados de eruditos, periodistas y novelistas desde la Guerra del Pacífico”. Al igual que el  New York Times  Magazine detalló este fenómeno cultural en 1981, diciendo; “los lectores de Shogun han informado comúnmente que se han quedado tan absortos en la novela que sus trabajos y matrimonios palidecen en comparación.” Cuando la adaptación original se emitió en la NBC durante cinco noches en 1980, Shôgun no tenía precedentes en la televisión. Rodada íntegramente en Japón, la miniserie abrió un nuevo mundo y una nueva cultura a los espectadores estadounidenses, al tiempo que mostraba actos de violencia gráfica y sexualidad poco frecuentes en la televisión de la época. Protagonizada por Richard Chamberlain como Blackthorne, Toshiro Mifune como Toranaga y Yoko Shimada como Lady Mariko. Un acontecimiento irrefutable. Shogun, de NBC, narraba la historia desde el estrecho punto de vista de Blackthorne. Los diálogos hablados en japonés ni siquiera se subtitulaban en la pantalla, lo que extendía la sensación de aislamiento y desorientación de Blackthorne al público, sacrificando al mismo tiempo las perspectivas de la mayoría de los personajes japoneses. El éxito de la novela fue sólo el principio. En 1980, Shôgun se convirtió en una miniserie de televisión ganadora de Emmys y Globos de Oro; que atrajo a más espectadores que ninguna otra miniserie hasta entonces, exceptuando, la mítica Raíces. En 1990, el libro se adaptó al formato de musical y se llevó a Broadway.

Ahora, casi medio siglo después de la publicación de Shôgun, FX revive la historia para una nueva generación. La pareja de showrunners tiene el enorme reto de readaptar este relato épico y extenso —cuyo texto original abarca más de 1.100 páginas- y contarlo de una forma nueva y significativa. “Queríamos tomar el espíritu de James Clavell, el espíritu de este libro, y ser fieles a él, porque es una historia magistralmente tramada, los cimientos que nos dieron». Justin Marks (Top Gun 2022, The Jungle Box 2016 y Counterpart 2016) uno de su prestigiosos guionistas afirmó: “Queríamos traerla a la era moderna —algo que el propio Clavell habría hecho hoy—tomando y actualizando lo que funciona en ella, que es esta gran historia, este gran romance, este gran drama político”. Shôgun se rodó en Vancouver a lo largo de un agotador periodo de 10 meses, pero el compromiso de la serie con la autenticidad, termina por crear una representación impresionante y minuciosamente detallada de Japón durante este periodo único de su historia. Un trabajo que ha contado con el asesoramiento de expertos japoneses especializados en gestos o movimientos, hasta organizar un campo de entrenamiento, para que los actores aprendieran a luchar con espadas samurái. La producción parece no haber reparado en gastos a la hora de crear una caracterización lo más convincente posible del Japón feudal. En el centro de la historia de Shōgun está la llegada de un barco que cambiará la dinámica del poder en Japón para siempre, pilotado por un inglés llamado John Blackthorne (Cosmo Jarvis, Raised and Wolves 2020&Peaky Blinders 2019). Aunque pronto será capturado y encarcelado, muy pronto se convertirá en alguien muy valioso, ante  hipotética posibilidad de guerra civil, inminente, en el lejano país nipón. Toranaga, que se enfrenta a una posible sentencia de muerte por parte del corrupto y hambriento Consejo de Regentes, acabará cruzándose con Blackthorne. Descubrirá que este marinero generalmente torpe, a quien comienzan a llamar “el bárbaro”, puede ayudarlo a utilizar las resbaladizas fuerzas del destino a su favor.

A medida que el trío se alinee contra enemigos comunes, incluidos sacerdotes jesuitas y comerciantes portugueses, se acercarán justo cuando el mundo tal como lo conocen amenaza con fracturarse. Mientras tanto, el interés amoroso corre a cargo de Lady Toda Mariko (Anna Sawai), una atractiva cortesana con un marido celoso que es reclutada para traducir el portugués de Blackthorne (porque, obviamente, allí, nadie habla inglés, excepto los clérigos portugueses) al japonés. Anna Sawai, por cierto es una antigua estrella del pop japonés, que está arrasando en el mundo de la interpretación, protagonizando el drama de la BBC (Giri/Hadji, Fast and the Furious 9, Pachenko de Apple TV+) y, más recientemente, Monarch: Legacy of Monsters, en la que comparte protagonismo con Godzilla. Aquí, sin su reptiliano coprotagonista, está plácidamente fascinante.Shôgun es un drama de prestigio por todo lo alto. Lugares exuberantes (cuesta creer, lo reseñado arriba, pero este Japón del siglo XVI se ha hecho en Vancouver), interpretaciones soberbias y una historia atractiva que puede llevar su tiempo, pero que atrae inexorablemente al espectador. FX no escatimó en gastos a la hora de elaborar una adaptación exuberante y fastuosa con una construcción del mundo envolvente que te transporta al Japón feudal a pesar de estar rodada en su mayor parte en Vancouver. No estoy seguro de cuál es el presupuesto de esta serie, aunque dicen las gacetas entendidas de Hollywoodland que es el mayor que ha gastado nunca la cadena FX. Los efectos especiales de los dos episodios son bastante impresionantes, especialmente las escenas de la tormenta oceánica. La mezcla de CGI y efectos prácticos para dar vida a la Osaka medieval es bastante espectacular, A los quince minutos del primer episodio de la serie de FX, Shôgun ambientada en el Japón feudal de 1600, tiene lugar una importante reunión entre el Consejo de Regentes, un quinteto de señores que gobiernan colectivamente el viejo país tras la muerte de su antiguo líder, que ostentaba el título de Taikō. Uno de estos hombres, sin embargo, está claramente en las afueras; Señor Yoshii Toranaga  (Hiroyuki Sanada, Sushine 2008, Helix 2014, Bullet Train 2022 y John Wick 4 2023) se ha convertido en más de un obstáculo que una ventaja para sus compañeros miembros del consejo, especialmente el Señor Ishido Kazunari (Takehiro Hira Giri/Haji 2019, The Swarm 2023,Monarch: Legacy of Monsters 2023), que atribuye su ira colectiva al crecimiento de Toranaga de su feudo y el poder general, aunque es obvio una motivación más convincente se encuentra justo debajo de la superficie. Las disputas se suceden con aparente civismo, pero con cada una de las garantías de Toranaga («Nunca seré el primero en romper la paz») y de sus cautelosas objeciones —incluida la acusación de que mantiene cautiva a la madre del hijo heredero de los Taikō (“La Señora no es más rehén en mi castillo de lo que yo lo soy aquí, en este lugar”)—se hace cada vez más evidente que Toranaga está metido hasta las cejas en problemas.

Quizá haya demasiados encuentros tensos en habitaciones ordenadas, pero eso se compensa con una acción trepidante, de infarto, ya sean escenas de batallas, a cielo abierto o como nuestros héroes se enfrentan a los elementos en barcos, donde la cámara se pone directamente en la cara de las pobres almas que se estrellan contra las tormentas o las rocas. Es algo muy sobrecogedor. Toda una historia de imperios que se enfrentan entre sí, de intrigas políticas y de lucha por el poder. Y para la intriga, tenemos un buen número de rivales, despiadados señores de la guerra, además de los diversos secuaces de Toranaga, y diversos bandidos, samuráis, sacerdotes jesuitas urdidores, geishas libidinosas y asesinos escandalosamente hábiles. Si les gusta la política casi incomprensible del shogunato, las escenas gráficas de corte y troceado, la acción de espadachines y las recreaciones exuberantes del Japón de principios del siglo XVII —¿y a quién no?— éste es sin duda tu mejor chupito de sake. Curiosamente, la arribada de Blackthorne, no sea de las más celebradas por la tierra del sol naciente. Tanto que el mismísimo JB, por tener, un cierto decoro de la cortesía británica y el coraje de un druida ante el imperio romano, terminará siendo una de las manos derechas de su amo y gobernante, al nombrarle Hatamoto. Un montón de peligrosas facciones enfrentadas entre los japoneses (que lo consideran un bárbaro apestoso y peludo y no tienen ningún reparo en hervir vivos a los cautivos para ver lo bien que mueren) y los jesuitas portugueses que controlan en secreto el comercio de Japón a través de su bastión en Macao. James Clavell, aportó una perspectiva que era en gran medida la del occidental transportado a un mundo oriental desconcertante y extraño. Ahora que la televisión, y los valores en general, son mucho más internacionales, la parte japonesa está mucho mejor representada, con escenarios auténticos (sin anacrónicos rastrillos, por ejemplo, en el castillo de Osaka) y menos lugareños inescrutables. El actor japonés clave es Lord Yoshii Toranaga, a quien conocemos por primera vez bajo la acusación —y probable sentencia de muerte— del Consejo de Regentes que dirige el país desde la muerte del venerado líder Taiko.

Hay un buen número de comparaciones televisivas circulando por ahí, en concreto con Juego de Tronos, que no se le ve gran inspiración en el mejor de los casos, ya que los únicos puntos de similitud serían la intriga política situada en un escenario temporal alternativo; si uno estuviera realmente desesperado por establecer comparaciones uno a uno para destacar una lucha por el poder en la que un pez fuera del agua juega un papel vital, Deadwood sería una comparación igual de viable (supongo que eso convertiría a Blackthorne en Alma Garret). Es el tipo de epopeya artesanal que se siente parte de una época pasada, dado el uso exhaustivo de CGI. Shôgun está pensada como una serie limitada, ya que la temporada cubre la totalidad de la novela homónima de James Clavell que actúa como material de origen. Al parecer sus showrunner están convencidísimos sobre la idoniedad de su duración, en el formato de miniserie con 10 episodios. Volviendo a nuestro protagonista, a diferencia de su homólogo histórico en la vida real (que tuvo poca relación con el marino inglés William Adams, en quien Blackthorne se basa libremente), Toranaga comprende rápidamente que este anjin (bárbaro) deus ex machina del otro lado del mundo puede ser su improbable salvación. Uno solo desearía que Shôgun se construyera únicamente en torno a ellos. Si bien la serie se está preparando para una inmensa confrontación que amenaza con subsumir a todos los personajes en su sangrienta estela, la presencia de Sanada y Sawai es lo que mantiene unido a Shôgun. Ellos dos están sobresalientes cuando se hallan en el centro de la historia. En particular, Sanada aporta un equilibrio entre un líder reflexivo y un padre problemático que no está seguro de cuál es el mejor camino a seguir. Sin adelantar lo que sucede, un momento en el que nos acercamos a observar el dolor en los ojos de su personaje, que se endurece en su mejor intento de determinación fría e inquebrantable, es silenciosamente demoledor.

Aunque Blackthorne sigue siendo nuestro principal guía en el mundo de Shôgun, ya que el inglés aprende las costumbres y tradiciones de Japón, Toranaga es la figura central y la verdadera estrella de la serie. No es fácil seguir los pasos del difunto y gran Mifune, que colaboró frecuentemente con el magistral cineasta Akira Kurosawa, pero la imponente interpretación de Sanada como el regio Toranaga destaca por sí sola. Más de 20 años después de que el actor de 63 años hiciera su primera aparición importante en Hollywood en El último samurái 2003, Sanada asume una labor adicional e importante como productor de Shogun; lo que le brinda una mayor oportunidad de contribuir entre bastidores. Cuando Sanada empuña Shôgun en sus manos, no te atreves a apartar la mirada ni un segundo. Más allá de todo el espectáculo y la inminente batalla que se avecina, sigue siendo tan espectacular como siempre, cortando cualquier tontería residual en el espectáculo para encontrar su núcleo más resonante. Sus persecuciones están captadas de forma soberbia, desde una cinematografía arremolinada y llena de olas en un momento, hasta paisajes marinos suavemente menguantes y sobrecogedores en el siguiente; aquí, los paisajes de terror y belleza están en precario equilibrio. Perpetuamente bañada por la niebla, la cámara avanza con regularidad a través del agua, los bosques y los palacios, descubriendo con vacilación nuevas tierras, ansiosamente consciente de los asesinos silenciosos al borde del encuadre. En su interior hay personajes elegantemente ataviados con sedas finamente detalladas y armaduras ornamentadas que brillan en la niebla de la guerra, ya sea en una vista o en un retrato a la luz de las velas.Los sentimientos mutuos de John y Mariko se ven complicados por numerosos factores, entre los que destacan el marido de Mariko, Buntaro (Shinnosuke Abe, Downtown Rocket 2015, BG: Shinpen keigonin 2018 y Kazoku 2023), y el infame pasado de su familia, al igual que la búsqueda de la supervivencia de Toranaga se ve dificultada por pactos y alianzas en los que nunca se puede confiar plenamente. La explicación de Mariko sobre la “valla óctuple” —un muro interior figurativo que los japoneses aprenden a levantar para ocultar sus verdaderos corazones del mundo exterior— es crucial para la trama, ya que la sospecha y el engaño están a la orden del día, y son vitales para mantener la cabeza sobre los hombros.

También hay veteranos de la industria que interpretan a diplomáticos que gobiernan como regentes en ausencia de un emperador. Cuando se reúnen Lord Sugiyama (Toshi Toda  Letters From Iwo Jima 2006, Masterless 2015, Monster Island 2019), el principal adversario de Toranaga, Lord Ishido (Takehiro Hira) y otros, Shogun pone la política en primer plano. Shôgun se convierte entonces en una cuestión de poder más que de búsqueda de la paz. Con amenazas de todas partes, Toranaga debe adaptarse o morir, burlar a sus enemigos y detener sus conspiraciones. Al igual que Juego de Tronos, este clásico de James Clavell se siente rico, plenamente realizado y poblado por personas con obstáculos que superar. Las apuestas emocionales son altas, las pérdidas llegan a las entrañas y la violencia tiene consecuencias. A medida que Shôgun avanza, emerge una historia llena de verdades universales y de una autenticidad innegable. Más allá del inigualable diseño de producción y de las secuencias en las embarcaciones; esta adaptación hace que una historia compleja sea fácil de ver. Con subtítulos en japonés en todo el metraje y la sustitución del portugués por el inglés, se han hecho ciertas concesiones dramáticas. Sin embargo, ese cambio intencionado es el único en una serie que pronto será considerada un clásico. Shogun parece una saga de Hollywood a la antigua usanza, con una atención al detalle sólo comparable a la de El último emperador. Este tipo de series no abundan y Shôgun 2024 tiene el potencial de dejar un legado a grandes producciones cinematográficas como The Last Emperor (1987), Memoirs of a Geisha (2005) o la más cercana; por la cantidad de aristas que ensamblan y adaptan con tanta elegancia. Algo muy propio de ese productor/guionista —tan sui generis— llamado Michael de Luca, The Last Samurai (2003). En definitiva, Shôgun 2024 es un producto que lo tiene muy claro y  a medida que transcurre la acción va directa hacia un final que resuelve las cosas de un modo complejo y conmovedor. Puede que el gran acierto del argumento de Marks —de este entrañable cuento— sea más que genial: es decir, brillante e hipnótica. Algo  que en un mundo televisivo cada vez más inundado de mediocridades, eso es más que suficiente para ganarse el tiempo y la atención recurrentes de los espectadores. Amén, de una generación de bumers que disfrutaron de las andanzas por este país —cuando había una sola cadena de TV, la actual TVE— con aquel opositor a escudero seductor. Sí, aquel australiano, llamado, Richard Chamberlaim. Lo dicho, merece mucho la pena esperar el total de los 10 capítulos de esta fantástica serie; para ver el final de esta hermosa aventura. Nota: 8,8

Monsieur Spade (2024): «La Nostalgia de Hammett y la épica del detective Noir jubilado»

Hoy en día, la cultura pop contemporánea no concede mucho espacio a la novela negra y a sus singulares héroes. De ahí, que demos, por una especie en peligro de extinción; al detective solitario, fumador empedernido y con sombrero que escupía frases graciosas e insultantes mientras intenta resolver un asesinato: tiene poco atractivo para el público más joven. Personajes como Sam Spade y Philip Marlowe son productos del pasado —llevan con orgullo lo anticuado en la manga—, se niegan a avanzar con los tiempos y se aferran a una visión del mundo que les hace poco favor. Sin embargo, la inusual colaboración de Scott Frank (creador de The Queen’s Gambit Netflix) y Tom Fontana (creador de Oz el origen de HBO) en la maravillosa miniserie neonoir de AMC, Monsieur Spade 2024, sea una sorpresa, un acierto y un golpe en la boca del estómago a la ficción actual. No son buenos tiempos los que corren para este tipo de proyectos. Además, mucho mejor, si el resultado final es una jugosa joya tramoyística, que funciona a las mil maravillas. Evidentemente, Frank y Fontana conocen las convenciones del género lo suficientemente bien como para darles un giro que revitaliza viejos tropos para insuflar nueva vida a un personaje casi centenario. En esta nueva visión, del clásico personaje de Sam Spade (interpretado por un colosal Clive Owen) —el influyente protagonista de El halcón maltés de Dashiell Hammett— es un personaje muy diferente del conocido, por el material original. Pero eso es bueno. El Spade de Owen es melancólico y resignado, dolorido por una vida que le ha hecho más daño de lo que se esperaba, perdiendo rápidamente los pocos placeres que le quedaban para disfrutar de sus últimos días. A sus 60 años, Spade, es un expatriado que vive en la pequeña ciudad de Bozouls, en el sur de Francia, recordando vagamente una vida en San Francisco que ahora parece tan lejana que bien podría haber sido un sueño. Llegó aquí para terminar un trabajo, en 1955 (entregar un niño pequeño a su padre), con lo que no contaba, fue, enamorarse —locamente— de una mujer con clase y del cálido ambiente, de tan hermoso lugar, para ya nunca marcharse de la hermosa Francia. Pero han pasado ocho años, llevándose con ellos a su amada esposa Gabrielle (Chiara Mastroianni), que sólo ha dejado, un viñedo de ensueño, repleto de recuerdos agridulces en los que el americano se pierde más a menudo de lo que le gustaría.

Como sabemos, el amor duele, pero añorar un pasado que sólo se aleja de nuestro alcance es peor. Spade es dolorosamente consciente que, amén, de su gruñona criada, la nostalgia es prácticamente lo único que aún no le ha abandonado. A estas alturas, sin embargo, ha hecho las paces con su destino y algunos fantasmas que le perseguían. Por eso, cuando el médico le dice que tiene un enfisema y le deja —seriamente— dos opciones: dejar de fumar o morir, no se inmuta. Es casi como si supiera que la muerte llamaría a su puerta más pronto que tarde. Empero, lo que sí le sorprende es el cruel asesinato de varias monjas locales (con una de las cuales tenía una relación encantadora), que decide investigar junto con la policía del pueblo. Y mientras lo hace, se topa con intrigantes secretos relacionados con su difunta esposa, su ex marido y la chica que trajo a casa hace unos cuantos años. Pero en el proceso de todo esto, el descubrimiento más sorprendente que encuentra es dentro de sí mismo; que en realidad se preocupa por este lugar y su gente más de lo que pensaba. Como en las mejores novelas de detectives del genial Hammett, el caso de asesinato de Monsieur Spade es una red llena de tejemanejes y motivos ocultos, que conecta a una amplia gama de personas con agendas personales que terminan en Bozouls por una razón u otra. Es un misterio extenso y complejo que requerirá la atención del espectador para desenmarañarlo o incluso seguirlo, pero ése, es el aspecto menos atractivo. No obstante, si el más apasionante, de la serie. Lo que Frank y Fontana hacen aquí, es mucho más hermoso, es decir, romantizar una época a través de un microcosmos y dejar que se traslade a los personajes. La nostalgia se tiñe de rosa y Cabernet Savignon por todas partes: la exuberante campiña brilla con colores vivos que rezuman tranquilidad, los impecables coches de época rebosan estilo y el agridulce olor a Gauloises impregna todas las habitaciones, terrazas y piscinas a las que nos lleva una muy delicada cámara.

Obviamente, a veces, todo ello se yuxtapone a la crueldad, el secuestro y el asesinato. Es una ilusión de una época y un mundo que sólo pueden existir en la ficción. Sin embargo, es tan real que dan ganas de tocarlo, de entrar en su ambiente y no salir nunca de él. A esto se añaden unos diálogos nítidos, llenos de ritmo y elegancia (en francés e inglés, mon ami), por favor, vean la ficción y el cine en versión original. No acepten, el chantaje del doblaje. Escuchar el francés de Clive Owen, es una delicia, así como un inglés británico para un detective que es de lo más Made in Usa. Escuchar la lengua original —pronunciados por personas estupendamente bien vestidas e inmaculadas— creadas para impresionar y divertir. No puedo exagerar lo magistralmente escrito que está Monsieur Spade, una sinfonía de ingenio, humor y confianza, que no teme utilizar el idioma local en igual medida a pesar de ser una producción estadounidense. No hay dinero británico ni francés. Sólo la parte de residual de la producción de attrezzo y localización. Por supuesto, nada de esto funcionaría tan eficazmente como lo hace sin el carisma imperecedero de Clive Owen. Incluso al final de la cincuentena, el actor porta esa prestigiosa energía de protagonista que le convirtió en una fuerza, a tener en cuenta, en las dos pantallas como elemento básico de la masculinidad fría como el hielo —que, lamentablemente, cada vez tiene menos oportunidades— de aquel lucimiento que lo convirtió en uno de los hombres más sexys de finales de los 90 y principios de 2000 (véase la serie de Disney+, Un asesinato en el fin del mundo la desaprovechó casi por completo).  El mayor reto al que se enfrenta Monsieur Spade (2024) es que su ritmo es, a menudo, como el de una novela policiaca clásica: lánguido, queriendo que el público se empape de cada línea de diálogo y cambio de escenario. Eso podría no funcionar para las audiencias que están acostumbradas a un drama con múltiples subtramas de ritmo más rápido y esperan un flujo constante de giros en la trama central.

Es una serie de largas conversaciones, con personajes que constantemente se rodean, entre sí, y una combustión lenta, a medida que Spade, y los espectadores, colocan las piezas en su lugar. El público que busque un misterio que no sea el típico procedimiento cuidadosamente envuelto, o una historia que lo sumerja en un mundo totalmente separado, lo disfrutará. Y con solo seis episodios, Monsieur Spade (2024) se asegura de que no se quede más tiempo del esperado. En ese sentido, la serie es muy parecida a su personaje principal: aparece, hace un buen trabajo y remata con una salida adecuada. Teniendo en cuenta, todo eso, estoy algo perplejo por el desinterés y el poco zumbido que este programa recibe vía redes sociales, dado que se ha estado transmitiendo durante casi cinco semanas. Una historia original con una escritura, dirección e interpretación de primera clase; envuelta en nostalgia romántica en un género virtualmente extinto rara vez se siente fresca y vibrante, por lo que debería celebrarse. Así es la excelente televisión, que es lo que Monsieur Spade (2024) es de arriba a abajo. Sin embargo, en cualquier momento en que sienta que la serie carece de enfoque, Owen toma el volante —a veces literalmente, como cuando Spade recibe un disparo de un atacante desconocido mientras conduce— y vuelve a ponerse todo en marcha. Owen extrae la emoción de Spade al darse cuenta que la superioridad presumida, no siempre funciona cuando tus adversarios son más jóvenes y más duros, si no necesariamente más inteligentes, que tú. La disculpa es que tenía que haber hablado de ella, hace un mes, pero mandan otras ficciones que son la tendencia de la dictadura de la cancelación. Les doy un consejo, véanla, en estos días que quiere llegar la primavera y aparece el invierno más crudo de enero; les dejará un sabor de boca inolvidable. Nota: 8 

Feud: Capote Vs The Swans (2024) “Los últimos días de Capote en el lago de los Cines”

Han sido necesarios siete años para que una segunda temporada de Feud, una de las series de antología de Ryan Murphy, vea la luz. El primero, Feud (2017): Bette y Joan, se emitió prácticamente hace una vida (al menos en el mundo de la televisión). Era un pequeño plató emocionante y chismoso, pero llegó flotando entre los vapores del cansancio de los espectadores con todo lo relacionado con Ryan Murphy. En esta maravillosa nueva entrega, Feud. Capote Vs The Swans (2024) FX/Disney+ (quedan advertidos que por los negocios del audiovisual español, aquí se está viendo en HBOMAX, no se preocupen los usuarios de Disney+, ya que también se pueden ver en el canal de Mickey Mouse). Murphy, en esta ocasión, ha entregado las riendas al grandísimo director de cine independiente: Gus Van Sant y al escritor Jon Robin Baitz, quienes han elaborado una historia de glamour venenoso y adulación presuntuosa y a la vez, con una enorme atmósfera llena de intriga, que exige un examen más profundo. El productor, el director y el guionista investigan las consecuencias del lanzamiento de un capítulo de la última novela inacabada del famoso escritor Truman Capote (Tom Hollander White Lotus, Taboo o Harley Quinn), Answered Prayers. En el libro, Capote expuso los secretos de la vida interior de su círculo cercano de amigas (a quienes consideraba “los cisnes” por su belleza etérea) y, a cambio, fue expulsado de ese lugar, que se había hacendado, entre la alta sociedad de Nueva York. Pero nadie sufrió un golpe más profundo que Babe Paley (Naomi Watts, Twin Peaks the Return), la amiga más cercana de Capote que le confió cada minuto de su vida más íntima. Esta relación mutuamente ruinosa entre el escritor y sus colegas está minada por la envidia, la vanidad y unos celos absurdos hasta que derivó en un escándalo demasiado jugoso. Si bien, es un apático placer ver toda la temporada de ocho episodios, —que quede bien claro, que hasta ahora sólo se han pasado 3 capítulos— su conmovedora mitad posterior es particularmente cautivadora. Baitz y Van Sant construyen con entusiasmo un rico conjunto de personajes, los cuales, entregan bienes vengativos mientras se mueven por los círculos de la high society neoyorkina pasada de una fastuosa ostentación de aquella loca y disparada década ochentera.

Mientras ese período se desvanece en una neblina color champán, Watts y Hollander, ofrecen unas notables actuaciones como dos almas perdidas, a la deriva, sin su otra mitad. A pesar de toda su deliciosa maldad, Capote Vs The Swans (2024) atempera su rencor para encontrar una humanidad profundamente resonante en sus sujetos para una serie que es tan desgarradora como alta. FX ha presentado a un Truman Capote contra los cisnes como una historia sobre “las amas de casa originales”. Y por muy llamativo que pueda ser ese eslogan, es apropiado: examinar las similitudes entre Los cisnes de Capote y las verdaderas amas de casa no deja mucho espacio para el debate. En esta serie, hay escándalos sobre engaños, traiciones nefastas, sutilezas falsas y muchas disputas públicas, no muy lejos de lo que ve tu perro si dejas el canal de Documentales Crímenes en Hollywood, en sus buenos tiempos, de Lana Turner y el viejo glamour de la antigua Babilonia de la Metro, puesto todo el día, para que el ruido de los gritos te haga compañía. Empero en las décadas de 1960 y 1970, cuando Capote y sus cisnes comenzaban a perder su influencia y poder, las consecuencias de estas farsas fueron mucho más colosales que las de la mayoría de los espectros televisivos de realidad modernos. El episodio piloto con el que arranca la entrega tiene una duración de 60 minutos, plenos de una intolerable crueldad maliciosa constante; que efectivamente establece las apuestas al mayor damnificado para el resto de la temporada.

Capote que venía recién salido de la enorme popularidad de su magistral novela A sangre fría, está aprovechando, la típica ola de adoración que viene con la celebridad y el abundante dinero a espuertas. Y para él, eso significa una dependencia cada vez mayor del alcohol y las pastillas. Con la tarea de inventar algo igual de apasionante, Capote decide arremeter contra el mundo de la élite del Upper East Side después de pasar años congraciando su yo claramente sureño, voluble y gay con la nobleza de la clase alta de Nueva York. Esto significa acabar con todos sus compañeros, uno por uno, en un capítulo de prueba de concepto impreso, en la revista de culto Esquire, allá por 1975. “La Côte Basque 1965” ridiculizó duramente a todas sus mejores amistades, ya sea por sus propios nombres o por seudónimos apenas velados. Y si aquellos en su círculo de Cisnes lograron evitar la línea de fuego, todavía estaban implicados dentro del capítulo. Junto a Babe Paley, estaba Slim Keith (Diane Lane), la matrona endurecida de esbeltez de clase alta; Lee Radziwill (Calista Flockhart), la hermana de Jackie Kennedy, que trabaja arduamente a la sombra de su hermano; CZ Guest (Chloë Sevigny), una socialité con múltiples guiones. Ahí, andaba la increíble Joanne Carson (Molly Ringwald), esposa de la leyenda del programa de entrevistas Johnny Carson; y Ann Woodward (un hermosa Demi Moore en blanco y negro), una aristócrata cuyo renombre se vio empañado por las sospechas de que ella mató a su marido. Así, como una alucinante y ensoñadora Jessica Lange que interpreta a la madre de Capote; que ejerce de conciencia del Truman más pasado de vueltas.

Cada una de estas mujeres sufrió por los caprichos de la pluma de Capote o por su proximidad a su eventual fallecimiento. Uno podría pensar que equilibrar un elenco repleto de estrellas sería una tarea difícil, o que sus presencias podrían volverse efectistas. Pero la escritura de Baitz comprende de forma innata cómo evitar que esta puerta giratoria de ladrones de escenas se salga de control. Capote Vs The Swans (2024) es el tipo de serie sustantiva con la que sueñan los hombres homosexuales y los amantes de las actrices estimadas cuando se van a dormir. Y aunque algunas partes son mucho más pequeñas que otras (se hubiera agradecido que el personaje de Moore tuviera una longevidad mayor), a pesar de los personajes secundarios que tienen sus brillantes momentos. Muy difícil de olvidar la secuencia donde Demi Moore vestida con un bouffant y gritándole, a grito pelado, de pescadería central. Insultos de gran calibre, en la cara, a Tom Hollander, y es precisamente eso lo que la gente paga a su plataforma de turno, para ver, en una producción de Ryan Murphy: un delicioso visionado entre la conmoción y la estupefacción. Un genio, un fraude o un chiflado más. La franquicia de Feud; es realmente, puro beluga y Murphy ha creado imaginería de gran cineasta. Una fotografía muy lograda de la luz de los 80 de la mano de Nelson Gragg y Jason McCormick. Así como la estupenda dirección artística obra de Judy Becker.

Sin embargo, hay todo un mundo de verdad debajo de la brillante capa superficial, de las pastillas, el alcohol y el miserable glamour. El Capote de Hollander vive entre estos dos estados bipolares: el showman y el escritor que siempre sólo quiso amor. Deseando ser amado. No es sólo la bestial interpretación que hace Hollander de la distintiva voz y los gestos de Capote; que los borda, es también la frágil tristeza evidente detrás de sus ojos, ese pequeño hombre abatido y cínico— que se evidenciaba— en las tensas apariciones del escritor en programas de entrevistas y entre líneas de sus libros. Ese hábitat donde a Capote, de algún modo, captura toda la fealdad presente en su vida posterior (ya que falleció el 25 agosto de 1984, se hablará del 40 aniversario), pero su físico nunca cruza la línea de una caricatura insensible. Incluso en sus momentos más duros, el Capote de Hollander es cálido y hechizante: el tipo de amistad que hace que la eventual bipolaridad del autor sea tan difícil de perdonar. Gus Van Sant ofrece una lente controlada para esta serie, pero que es específica de un período y está basada en los personajes en lugar de algo demasiado llamativo. El aclamado director se asegura de centrarse en este brillante conjunto, especialmente en Watts y Hollander. Obtenga algunas secuencias fascinantes, aunque totalmente ficticias, sobre todo en el tercer episodio, que se presenta en forma de documental de los hermanos Maysles sobre el legendario Black and White Ball de Capote. (No existe tal documental, aunque los Maysle hicieron un especial de televisión de media hora que consistió principalmente en observar a un reportero de Newsweek entrevistando a Capote).

También hay una secuencia fantástica y totalmente imaginada en la que James Baldwin (Chris Chalk) tiene una especie de intervención con Truman. De acuerdo con el enfoque de escritura de “novela de no ficción” de Capote. La nueva Feud (2024) es total y absolutamente distinta a Betty y Joan y eso es lo que hace que esta entrada en Feud sea tan seductora. Ryan Murphy es a veces mejor productor que showrunner y al pasar esta historia a otros ha permitido que se cuente sin nociones preconcebidas. Capote Vs The Swans está inspirada en hechos reales pero se toma grandes libertades con personajes y situaciones de la vida real. Como una especie de representación del universo alternativo de algunas personalidades fascinantes, aunque en su mayoría desagradables, nos resulta difícil apartar la mirada, aunque nos damos cuenta de que estamos siendo testigos de algunos accidentes de trenes humanos de alto perfil. Si a todo ello, le añadimos las notas musicales del maestro Thomas Newman, en fin. Vámonos a los 80, ¡Ya! Todo el elenco es excelente y es probable que Tom Hollander obtenga muchas nominaciones en la temporada de premios, pero esta serie es propiedad de las actrices. Lo más inteligente de Feud es que ha sido capaz de demostrar ser una serie, donde los personajes femeninos pueden existir sin importar la edad y dejando constancia que son por encima de todo intérpretes de un talento excepcional. La relación simbiótica centenaria entre los hombres homosexuales y las mujeres que aman se explora con gran designio, y cada elección que ves en pantalla tiene un significado. Reitero, una vez más. No se equivoquen: esta es una historia de personas blancas muy privilegiadas y lo que sucede cuando juegan con sus derechos. Pero también es una historia de amor y una tragedia, envuelta por un lazo de bordes muy afilados. Capote contra los cisnes es tan exquisito como la época que captura, y nos recuerda que nunca estamos condenados, siempre que tengamos a alguien a quien amar. En definitiva, este Capote Vs. The Swans (2024) es lo que el público espera cuando ve programas de televisión versus realitys como los programas de Real Housewives. Un entretenimiento de un nivel majestuoso. Ya no se hacen historias como esta y el hecho de que esté basada en una historia real, la hace aún más placenteramente decadente. No lo lamentarán. Nota: 8,2

Criminal Record 2024: “Algo huele a podrido en Scotland Yard”

La factoría de la seductora manzana de Cupertino ha dado con una tecla realmente cautivadora y nos muestra en su nueva serie Criminal Record (2024) un Londres fascinante y convulso. Posiblemente, esa belleza de la nueva propuesta reside en su capacidad de reconectar, con inteligencia y experiencia, los hilos de una narrativa tanto tradicional como moderna, consciente del pasado, para ser lo suficientemente osado, al  lanzar una nueva mirada sobre las contradicciones del presente. Esta nebulosidad evocadora, lacónica y arrugada está la otra gran estrella de la serie La atmósfera en la que se mueven, como peces en un acuario, los distintos protagonistas que intervienen en la historia narrada, son propias del género Noir ahumado, y gris de antaño, con una estética esculpida por los claroscuros de la existencia y apenas iluminada por las luces cegadoras de neón embadurnando la oscuridad de la interminables noches. Cuando se nos abre la puerta y se da un paso, a ese Neonoir, que también nos ha retratado gente como Mann o Fincher, creadores de atmosferas. El personaje de Dan Hegarty, en particular, es la quintaesencia de la idiosincrasia de los grandes detectives de la literatura y la pantalla. Desde Marlowe creado por Raymond Chandler hasta quienes pueblan las novelas de Mickey Spillane; antihéroe duro esbozado por la pluma imaginaria de un James Ellroy dispuesto a ahondar en la oscuridad insondable de un alma desgarrada. Subrayando, la ciudad de Londres: una metrópoli cosmopolita y resplandeciente, un crisol dividido entre luces y sombras, atravesado por diferentes culturas que luchan por convivir, por integrarse. Además de encontrar un equilibrio capaz de garantizar la estabilidad, la capital inglesa es el escenario ideal para la historia que se cuenta en Criminal Record. Ya que, su estado de ánimo influye en los personajes, las actitudes y quizás incluso en sus personajes y personalidades, determinando las relaciones que existen entre ellos y que transforman el producto final en algo diferente al promedio televisivo. Porque Inglaterra es, a su manera, la cuna de un género de thriller-criminal con matices Neonoir, entre investigaciones y detectives sagaces (incluso improvisados) que reflejan muy a menudo la dureza del paisaje que les rodea y en el que se mueven. Así lo demuestran los grandes éxitos literarios y televisivos, hijos de la TV popular nacional y las nuevas plataformas de streaming; pero con su llegada a Apple TV+ la serie de Rutman y Collins sube el listón al convertirse sólo en un medio para contar una realidad mucho más compleja, centrando su atención en los personajes, más que en la investigación en sí, que acaba convirtiéndose en una mera narrativa conveniente para mostrar —a través de imágenes— como un “algo más” mucho más complejo. El foco de la serie radica en el deseo de analizar una sociedad como la auténtica y  contemporánea, british society, que se enfrenta a problemas vinculados al racismo, la violencia de género, la falta de justicia (y el consiguiente abuso de poder), las tensiones sociales y el fracaso de las instituciones. En el arranque del primer capítulo, una llamada anónima, de violencia doméstica a los servicios de emergencia parece tener algunas conexiones incómodas con un asesinato cometido 10 años antes (una década). Vemos la actitud de la sargento June Lenker (Cush Jumbo, Torchwood, The Good Fight o The Beast must die), que se vuelve curiosa sobre el hombre, Errol Mathis (Tom Moutchi que hace su debut), que fue condenado por el crimen y está decidida a indagar más. Busca al detective que trabajó en el caso, inspector supervisor Daniel Hegarty (Peter Capaldi Doctor Who, The Devil´s Hour o War World Z), un oficial condecorado y con buenos contactos al que claramente le molesta la insinuación, en torno, al modo en que se llevó su arresto —y la posterior condena del sospechoso— fue de alguna manera incorrecto.

También parece obstaculizarle, el hecho de que June sea joven, ambiciosa y haya eludido el mandato de su jefe de enviar un correo electrónico sobre el tema para interrogar a Hegarrty en persona. Su encuentro inicial no va especialmente bien: Hagerty trata con condescendencia a June, que considera que algunos de sus comentarios —más subidos de tono— sobre Errol rozan el racismo. Los dos discuten sobre si una llamada anónima es razón suficiente para reabrir una investigación que se ha considerado cerrada durante tanto tiempo, pero Hagerty acaba desestimando sus preocupaciones cuando queda claro que él sabe que ella fue a verle con falsos pretextos (y en contra de una orden). Lo que sigue es un ir y venir ridículamente tenso que es en parte investigación, en parte comentario social, y en parte juego de moralidad. El caso en sí, el asesinato de una mujer llamada Adelaide Burrowes, no es particularmente complicado o innovador, pero la historia que lo rodea está llena de giros sorprendentes, desde decisiones que revelan capas inadvertidas de personajes que creíamos entender hasta nueva información que desafía al —establishment de la vieja escuela— nuestras suposiciones sobre la investigación que estamos viendo en pantalla. Aunque gran parte del conflicto entre Hegarty y June se enmarca correctamente en una especie de división generacional —una joven afrobritánica con determinación que sacude el sistema de favores, informantes y encubrimientos que hombres como Hegarty ayudaron a crear y del que aún se benefician—, se complica cada vez más por el hecho de que ambos personajes son tan falibles y defectuosos a su manera. Las otras subtramas del drama, que implican al hijo de Errol, Patrick (Rasaq Kukoyi), que intenta encontrar una forma de hacer su vida a la sombra del crimen de su padre, el intento de Hagerty de criar a una hija con problemas y la madre de June, Maureen (Zoe Wanamaker Britannia y Shadow and Bone), que sufre un deterioro mental, no son tan interesantes como la serie quiere hacer creer. Incluso un esposo que empatiza con ella y la defiende por encima de todo, aunque ella reniegue de su discurso; Stephen Campbell Moore (Downton Abbey, War of The Worlds o The One).Y todos ellos se ven eclipsados por el complicado tira y afloja entre Hegarty y Lenker, que a veces parece adversario, otras veces casi respetuoso —incluso mentor—. Jumbo y Capaldi crepitan juntos mientras sus respectivos personajes se enfrentan de formas que suponen un reto para cada uno de ellos. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Hegarty para proteger su legado? ¿Qué está dispuesta a sacrificar June para descubrir la verdad? ¿Y cuántas reglas están ambos dispuestos a saltarse o incluso a romper en el proceso? Jumbo es una fuerza en todo momento, ya que June se abre camino más allá de los límites, las normas y, en ocasiones, el sentido común, en nombre de la búsqueda de respuestas a preguntas que nadie más parece dispuesto a plantear. Valiente, temeraria, tenaz y paranoica por momentos, es un personaje que contiene multitudes, desde la furia justa hasta la mezquindad más profunda y humana. (Su creciente insistencia en que Hegarty está en el centro de todo lo que va mal en su vida da lugar a varias escenas geniales y, en ocasiones, profundamente incómodas). Criminal Record es más interesante; cuando explora las formas en que las diversas facetas de su identidad —como agente de policía, madre y mujer negra— pueden entrar en conflicto, entre sí, y las luchas inherentes al intento de adaptar viejos sistemas a nuevas formas de pensar.

Pero es Capaldi quien se roba silenciosamente gran parte del espectáculo. Su rostro maravillosamente expresivo encierra multitudes en cada escena, y ahí, Criminal Record despliega sus vibraciones rudas y hurañas con todo su efecto. Una de las cuestiones más complicadas que plantea la serie es qué debemos sentir por su personaje, un hombre capaz de amabilidades sorprendentes y compromisos incómodos y a veces oscuros. La actitud de Hegarty, producto de una época muy diferente en el mundo de la policía y con unas ideas muy concretas sobre lo que los agentes deben ser y hacer, puede parecer propia de un dinosaurio en medio de la policía actual, más moderna y diversa. Está abiertamente resentido con algunos de los cambios recientes en nombre de una mayor diversidad e inclusión. Y, obviamente, es una persona dispuesta a hacer lo que haga falta —incluso, y tal vez especialmente, si eso requiere salirse de las líneas proverbiales— para cerrar sus casos. Está claro que guarda secretos, y la serie es previsiblemente glacial a la hora de desvelar cuáles son esos rincones oscuros de su vida. Sin embargo Expediente Criminal también se niega a convertir a Hegarty en un villano manifiesto y equilibra su frecuente acecho ominoso con genuinos gestos de lealtad y amabilidad, a menudo sorprendentes. Si es un buen detective, una buena persona, o un hombre particularmente moral, es algo que sólo los momentos finales de la serie pueden decir, pero la actuación dominante y llena de matices de Capaldi te mantendrá reevaluando lo que sientes por el personaje casi hasta que los créditos finales rueden. En lo que respecta a los dramas policíacos, el caso central de Criminal Record 2024, no abre precisamente nuevos caminos en cuanto a la narración, aunque toca varios temas dolorosamente oportunos en torno a los grandes errores y problemas institucionales de la policía y la justicia en general. (Aunque, por regla general, es mejor plantear preguntas que responderlas). Pero, ¿se trata de una serie a dos bandas entre dos grandes intérpretes en lo más lo más alto de sus respectivas disciplinas? Esto, merece la pena. Por supuesto. Vayámonos a los datos reales y actuales de estos últimos años. Un informe hecho con datos históricos y que se publicó en marzo de 2023 por The Guardian o The independement (creo recordar), decía que: “la policía metropolitana está podrida, sufre el colapso de la confianza pública y es culpable de racismo institucional, misoginia y homofobia”. El informe de 363 páginas fue realizado por el investigadora independiente Louise Casey, quien inició sus indagaciones a instancias de la MET (Policía Metropolitana de Londres) después de que uno de sus agentes secuestrara, violara y asesinara a Sarah Everard en 2021. Esto que les cuento no es ciencia ficción, pues, la noticia fue dada en la noticias de TVE y apareció en cientos de periódicos de todo el mundo. En aquel informe se recogían pruebas de agresiones sexuales encubiertas o minimizadas por los superiores, mientras el 12% de las mujeres que componen el cuerpo policial reconocía haber sufrido alguna vez acoso o abusos. Amén del relato, de una enorme cantidad de bromas racistas contra agentes de origen musulmán o de raza negra. Visto lo visto, Criminal Record, refuerza esa temática tan potente y humillante, gracias a la intriga, el gran carisma de sus protagonistas, lo cual, obliga a que el ritmo mesurado permita que las complejidades éticas respiren y supuren. Los hábiles valores de producción complementan visualmente el aleccionador comentario del programa sobre el racismo que infecta la justicia.

Para los espectadores pacientes, triunfa un thriller centrado en las deficiencias de la humanidad y no en héroes simplistas. Sin embargo, la serie, lucha por mantener la coherencia en su primera temporada de ocho episodios. Los personajes secundarios a menudo se sienten más simbólicos que plenamente realizados, y el alargamiento de los puntos limitados de la trama, a menudo, detiene el impulso. Navegar por ideas provocativas, en torno, a los prejuicios resulta más fácil que desenredar el misterio central del asesinato, que culmina en una simplicidad decepcionante en comparación con la intrincada preparación. Criminal Record (2024) trasciende el drama policíaco tradicional que penetra entre las capas de la maldita corrupción sistémica y los prejuicios sociales arraigados en su narrativa. En lugar de basarse únicamente en la clásica persecución entre el gato y el ratón, va descubriendo con maestría el velo social para exponer los tentáculos omnipresentes del racismo y la misoginia, de par, en par, para abrir el telón y sacar toda esa mansedumbre de funcionarios con arma de 9mm que vive, intentando no levantar mucho la barbilla delante del jefe. A través de una narración llena de matices, la serie no se limita a presentar estos temas como elementos independientes. Los entrelaza —intrincadamente— en el tejido de las vidas de los personajes y en el caso que están esclareciendo. Por ejemplo, no se trata sólo de un acto singular de racismo o misoginia, sino de las microagresiones, los desprecios sutiles y los prejuicios profundamente arraigados que se filtran en las experiencias cotidianas de los detectives de gran jefatura central. La ardua batalla de Lenker para que se reconozca su destreza investigadora debido a su género o el inquebrantable privilegio de Hegarty frente a la sospecha contribuye a este rico tapiz. Estos temas no se imponen al público, sino que se enraman con delicadeza en el tejido de la narración, desvelando la intrincada red de la discordia social. En definitiva, Apple, ha encontrado un producto muy elegante, sobrio y con un conjunto muy bien hilvanado. Algo que agradecerán esas audiencias que anhelan algo más que el gastado suspenso vano en sus procedimientos policiales. Criminal Record inyecta peso ético a su misterio central. Los comentarios inteligentes y las actuaciones poderosas superan los problemas narrativos esporádicos y los errores de producción. Con espacio para crecer en caso de que surja una segunda temporada, el programa gana enteros como propuesta para ser una recomendación tentativa entre los fanáticos del género que buscan sustancia resonante en lugar de un estilo puramente adrenalizado. No obstante, el título de la serie tiene una doble interpretación, porque el historial delictivo al que hace referencia también amplifica su mirada para adoptar una perspectiva más crítica en torno a las continuas sombras de corrupción, racismo y violencia que se ciernen sobre la policía inglesa. Y ahí entraría nuestro divino Shakespeare y su máxima hametliana con aquello; algo podrido huele en Scotland Yard. Nota: 7,9

Los mejores films del año 2023 

1. Killers of the Flower Moon by Martin Scorsese

2. Poor Things  by Yorgos Lanthimos 

3. Oppenheimer by Christopher Nolan

4. May December by Tood Haynes

5. Anatomie d’une chute by Justine Triet

6. Blackberry by Matt Johnson

7. The Zone of Interest by Jonathan Glazer

8. Saltburn by Emerald Fennell

9. Reality by Tina Satter 2023

10. The Killer by David Fincher

Top 10 de las mejores Series de TV 2023

1. The Long Shadow

2. 1923 by (Taylor Sheridan)

3. Donkerbos

4.After the Party

5. A Murder at the End of The World

6. Drops of God

7. Poker Face

8. Rain Dogs

9. Black Snow

10. The Last Us

A Murder at the end of The World (2023) «El hacker GenZ que escribía True Crime»

Es obvio; que la ficción es una cuestión de estilo. Sobre ello podríamos tener una discusión tan larga como la interminable serie de zombies Walking Dead. Asumir, que el crimen tecnológico —irónicamente se ha convertido en uno de los grandes recursos— del actual siglo, ya que las nuevas tecnologías no son imposibles, con la reinvención de la rueda. Aquello fue un hito. Bien, dejando a un lado el apartado de grandes inventos. Nos encontramos, que partiendo de la misma premisa, un asesinato es igual en España, que en el volcán más recóndito de Islandia. Y obviamente, FX, nuevamente, lo ha vuelto ha conseguir: hacer del crimen un thriller apasionante y trepidante, el cual, se abre camino, entre las influencias detectivescas del XIX de Conan Doyle, hasta la reina del Neonoir Gillian Flynn —con una agilidad— que lo hace absolutamente deseable. Evidentemente, esta serie funciona y vuelve a esa química prístina de la inquietante The OA 2019: opus del dueto Marling-Batmanglij. Volviéndonos a dar una especie de rareza extravagante; que acaba por absorberte. Desde la escena inicial, con una puesta en acción, grandilocuente, por los submundos del oscuro misterio sobrenatural. Si en OA se combinaban géneros, en un esfuerzo por perseguir esas ideas a mayor escala, cambiando formas para adoptar elementos de Neonoir y ciencia ficción dura. Ahora, la talentosa pareja de Showrunners tiene un interés establecido en fusionar ideas altruistas; con asuntos del corazón sangrante. Además, gran parte de la extraña magia del dúo radica en su afán por deformar las formas de la narración para que se ajusten a ese fin. Los efectos suelen ser tremendamente desestabilizadores y, para el espectador adecuado, esto puede ser una profunda tentación.

En A Murder at the end of The World, nuestra protagonista es Darby Hart (Emma Corrin The Crown 2022) es una joven detective y hacker aficionada, con un look que nos recuerda la mítica Lisbeth Salander, la cual, es invitada por un solitario multimillonario tecnológico, Andy Ronson (Clive Owen,Children of Men 2004), a participar en un simposio sobre el futuro de la humanidad en su remoto búnker. Un idílico Resort en el norte de Islandia, donde asisten al evento, un pequeño círculo de genios cuidadosamente seleccionados: un robotista (Ryan J. Haddad, The Politician 2019), una experta en ciudades inteligentes (Joan Chen Twin Peaks 1990), una astronauta (Alice Braga La Reina del Sur 2016) o el multimillonario argentino que es la estrella de la revista Forbes, (Raúl Esparza, Candy: Asesinato en Texas 2022) junto con el propio personal y la familia de Ronson, que incluye su esposa, Lee Andersen (Brit Marling, The OA 2019 característicamente etérea), una hacker de cierta prominencia que hace tiempo desapareció de la vista del público, y su hijo pequeño, de nombre inexplicable, Zoomer (Kellan Tetlow This is Us 2016). También en la mezcla está el sofisticado programa asistente de IA que impulsa el complejo, personificado holográficamente como un amable mayordomo llamado Ray (Edoardo Ballerini Quarry 2016). Al tratarse de un asesinato misterioso, no pasa mucho tiempo después de que el grupo se reúne cuando alguien muere, las condiciones climáticas comienzan a deteriorarse alrededor del complejo y Hart se ve obligada a descubrir qué está pasando antes de que el recuento de cadáveres comience a multiplicarse.

Al margen, del misterioso crimen, habitualmente nos vemos arrastrados a una narrativa separada que tiene lugar en el pasado de Hart y que se nos presenta fuera de orden. Allí nos enteramos de que Hart creció como hijo de un forense de la escena del crimen en un entorno gótico rural sacado directamente de un capitulo —muy True Detective— y, finalmente, desarrolló un gran interés en los casos sin resolver. (En cierto sentido, somos testigos de cómo fomenta su “cerebro de crímenes reales”). Mientras investiga el rastro de un asesino en serie en libertad, conoce a su colega hacker y detective aficionado Bill Farrah (Harris Dickinson Triangle of Sadness 2022) a través de Internet, y al poco tiempo, entablan una sociedad que desemboca en un romance mientras trabajan en la localización de un asesino. Farrah resulta ser una de las invitadas al simposio, habiéndose convertido en una especie de artista al estilo Banksy en el período intermedio, y un misterio secundario emerge a medida que el espectáculo oscila entre el pasado y el presente. Sin embargo, al ser también un programa de Marling y Batmanglij, hay muchas más cosas en mente. Pero tiene un aspecto elegante, ya sea en los brumosos moteles iluminados con luces de neón del pasado de Darby y Bill, o en el futurismo estilo Ex Machina del hotel supuestamente resistente al clima polar de Ronson. Corrin y Dickinson son excepcionales y sustentan la historia sobre sus hombros. Abarca mucho temáticamente, pero es admirable los grandes cambios y giros. Esta es una historia centrada en la tecnología y su gran apetito por ideas interconectadas se siente muy en línea. Puede que haya momentos que la propuesta pueda decaer, pero rápidamente, comienza a envolvernos y sentirnos completamente seducidos por el show.

Mientras Darby investiga las muertes en el retiro, un asesinato en el fin del mundo recuerda el caso que le valió elogios. Los dos inevitablemente se vuelven más cercanos a medida que continúan su búsqueda, sin embargo, Darby no ha visto a Bill desde el día en que encontraron a su asesino, al menos hasta que él también aparece en el resort del millonario Andy. El guion de A Murder At The of The World abarca, entre otras cosas; crímenes reales, investigaciones en Reddit, memorias de traumas, el cambio climático, inteligencia artificial (generativa y de otro tipo), hackers, arte  antisistema y los límites extremos del capitalismo. Las escenas de Islandia poseen una estética estilizada y de mal humor que siempre es atractiva a la vista, y contrastan agradablemente con los suaves tonos anaranjados y dorados de los flashbacks. (Los responsables de esto son la directora de fotografía Charlotte Bruus Christensen y el diseñador de producción Alex Di Gerlando, el último de los cuales, curiosamente, trabajó en True Detective). Lo que obtienes, entonces, es algo así como una versión dietética de la experiencia Marling-Batmanglij. Después de todo, este es un programa que presenta meditaciones sobre las implicaciones de la inteligencia artificial. Es como en una escena emocionalmente crucial, donde alguien dice: “Quieres que el asesino tenga significado, pero no tiene significado. Quiero saber cómo te sientes”: la mente elevada y el corazón sangrante siguen igualmente presentes.

Empero esa característica rareza desestabilizadora ha desaparecido, limitando fundamentalmente uno de los principales placeres asociados con el dúo: una sensación verdaderamente emocionante de no tener idea de hacia dónde va todo esto. En un momento, los personajes se reúnen para presenciar un enjambre de robots trabajando arduamente en la fabricación de búnkeres apocalípticos que también sirven como complejos turísticos al estilo Amangani para la élite mundial. Si la narrativa islandesa encarna la altivez de A Murder At The of The World, entonces su corazón sangrante se ubica en una segunda trama paralela. Visto los visto hasta ahora; estamos ante una serie que tiene muchas posibilidades de ser el As que debajo de la manga se guardaban los ejecutivos de FX. Decididamente, con semejante elenco de talento y su brillantez  temática va a ser una de las series de este año. Siguiendo esa cresta de la ola de la revisión de los clásicos de Agatha Christie;  podría seguir el éxito de películas como la serie Poirot de Kenneth Branagh y las películas de Benoit Blanc de Rian Johnson. Puede que sea la  hora de que la cultura pop tenga también un solucionador de crímenes más joven y no masculino. Después de todo, es la generación de Darby Hart, es la que podría salvarnos del fin del mundo. No le den más vueltas es la que tenemos y no hay otro reemplazo. Véanla en Disney+.  Nota: 7,8

The Long Shadow (2023): “la crueldad de la bestia de Yorkshire y la incompetencia policial”

Hay un lugar en la vieja Gran Bretaña que ha traído de cabeza a los gobiernos de los años 70, 80 y casi 90. Inicialmente, a los laboristas de  Callaghan y a posteriori, a la dama de hierro, Mrs. Thatcher. Hablamos del mayor territorio del norte de la isla; Yorkshire y sus tres condados metropolitanos del norte, sur y oeste. Leeds, Sheefield y Northallerton. Cuna del laborismo británico y espina dorsal de lo que se llamó el powerenergy /Made in UK de la década, del subidón industrial British, de finales de los 50 y principios de los 60. Carbón, Acero, textil, ferrocarril y transporte fluvial de mercancías tiraban de aquel auge económico hasta el frenazo, en seco, de la crisis del petróleo en 1973 y la entrada en la UE, del club de Bruselas. Vinieron los años agrios y duros, que dejaron a esta rica región, completamente, devastada; sin economía, sin orgullo y sin vida. A ello, hubo que sumarle a un nuevo elemento enturbiado y criminal: el destripador de Yorkshire generó una nueva, verdadera y cruel industria de asesinatos y caos, entre las mujeres del Yorkshire de todos los ámbitos. Fueron los días oscuros de ese monstruo que tuvo en vilo a todo un imperio. El escritor  David Peace, originario de Leeds, escribió una obra de culto; la trilogía Red Riding. A partir, de esos demoledores y macabros asesinatos como un telón de fondo evocador (Peace era un cazador de ambientes para quien el Destripador era el auténtico catalizador del estado de ánimo en su novela, muy en una línea de pseudoJames Ellroy Noir y trilogía criminal de Los Angeles). Posteriormente, construyó, GB84, una novela de alto contenido político centrada en la lucha entre los mineros liderados por Arthur Scargill y el gobierno de Margaret Thatcher (1983 está trufado de titulares de la campaña que la mantendría en Downing Street). A partir de estos condimentos nos encontramos con unos trabajos audiovisuales, donde lo mejor, del audiovisual británico BBC, ITV o TV5 han creado maravillas como Happy Valley, The Pembrokeshire Murders, A Confession, Steeltown Murders o la fascinante Sherwood ficción emitida por una cadena pública señala, sin ningún tipo de ambigüedad, donde el gobierno de Thatcher utilizó al SDS; un grupo de élite activo desde 1968 hasta 2008, como policía política, no para combatir el crimen organizado, pues tal es su función, sino para desestabilizar grupos de índole política que no eran de su agrado. Y nos damos de bruces con la maravilla que acaba de realizar ITV, The long Shadow (2023), una serie que se distingue de la manada de dramas sobre asesinos en serie, y mucho menos de documentales, de los cuales, todas las plataformas de streaming tienen una sobrada cuota.

La regla general es que, por mucho que los creadores enfaticen que su firmamento se centrará en las víctimas y no en el perpetrador de los crímenes, de alguna manera todos terminan esclavizados precisamente por esa persona. Hay hombres canosos de Yorkshire bebiendo pintas en lúgubres clubes de trabajadores. A finales de la década de 1970, Leeds no era el Minerva, evidentemente. Empero, demasiado desgarrador, el hecho de que tantas mujeres hubieran sido obligadas a prostituirse (una presa fácil para el asesino) por la escasez de recursos familiares. Aun así, es difícil no sentir que la serie amplía la caricatura del “norte sombrío”, pintando a Leeds como una obscura rapsodia de papel tapiz manchado de nicotina y propiedades municipales privadas de sol. The Long Shadow (2023) es la narración de un lugar inhabitable y en constante paranoia, enredado en una investigación policial de juzgado de guardia, contando con el consentimiento y bendición de las familias. TLS, trata en detalle, la convulsa década, a la búsqueda de un asesino despiadado y escurridizo. Desde una perspectiva honesta, se presenta un drama potente, sobrio y desgarrador, sin una sola nota falsa. Los primeros episodios se concentran en presentarnos su situación en general, mientras las terribles dificultades financieras llevan a la asediada esposa y madre a vender sexo y la ponen fatalmente en la mira del mismísimo serialkiller/Sutcliffe. El primer episodio se centra en la segunda víctima, Emily Jackson (Katherine Kelly, Gentleman Jack y Liar), a quien su marido (Daniel Mays, Des, 404 o Good Omends) sopesaba la idea de prostitución de Emily (entre la desesperación y la acumulación de facturas), en una balanza por la que ella; es quien toma ventaja en esa decisión. Kelly es fascinante, cada mirada comunica dolor, miedo y frustración. Sin embargo, la propia Jackson se ve finalmente reducida a una larga lista de arquetipos: madre, descarta a las víctimas como “sólo” prostitutas, cuando sabemos que esposa, prostituta y víctima ante la ley parece los mismo. No obstante, toda la atención está puesta en la policía que investiga el asesinato. El actor irlandés Michael McElhatton (GOT, The Wheel of Time y Jack Ryan) aparece como un engreído jefe superior de toda policía de Yorkshire: en otra interpretación de luxe para enmarcar. El inefable Toby Jones (The english, The Pale Blue eye y Detectoris) es el afable detective, avergonzado, Dennis Hoban, aunque exagera la credulidad al sugerir que la mayoría de los policías estaban del lado de las mujeres; que el asesino apuntó inicialmente. Como se muestra aquí, solo un policía deshonesto, así tenía esa actitud generalizada, de quienes trabajaban en la investigación.

El asesino no aparece, como es debido. Después de ella, está Marcella Claxton (Jasmine Lee-Jones, Dead Pixels 2021), que sobrevive a un ataque con martillo por parte del hombre que pronto será etiquetado como “el Destripador de Yorkshire” por los medios, aunque el apodo, odiado por las familias, apenas se utiliza en The Long Shadow. Aborta a los cuatro meses como consecuencia del ataque. De regreso a casa desde el hospital, la vemos tocar suavemente su terrible herida en la cabeza, tratando de verla en el espejo y medir su extensión, con el catre vacío al fondo: una evocación conmovedora de la extensión literal y metafórica del trauma; cuánto queremos encontrar sus límites y cuán imposible puede ser hacerlo. No es simplemente la pobreza lo que lleva a los Jackson a soluciones extremas, sino que las presiones sociales y el deseo de no perder la cara frente a los vecinos están dibujados con cuidado y precisión. También lo son los sutiles prejuicios que alejan a Irene Richardson (Molly Vevers The Rig 2023 y War Game 2022) de la oportunidad de conseguir un trabajo como niñera que podría haberla salvado de convertirse en la tercera víctima del asesinato de Sutcliffe. Después del asesinato de Wilma McCann (la joven actriz Gemma Laurie) y la investigación que llevará cinco años para detener a Sutcliffe a pesar de que la policía lo entrevistó nueve veces, la atención se centra en Emily Jackson (Katherine Kelly). La pesquisa policial gira en torno a las historias de las mujeres y, aunque toca muchos temas familiares, maternidad, paro crónico de una industria descacharrada, donde todos los hombres andan ociosos entre el pub y sus viviendas. La presencia de personas como Toby Jones, David Morrissey (Walking Dead, Sherwood y Britannia y Lee Ingleby (The Serpent Queen, Innocent y Line of Duty) como los diversos detectives que a lo largo de los años se ocuparon del caso; nos da una idea sobre la calidad del producto, pues, esto está mucho mejor hecho otras series de un cariz similar. Hay una grandísima producción y se nota, en cada detalle: vestuario, attrezzo o la fotografía. Hemos llegado a esperar que se muestren virulentas escena llenas de misoginia y racismo en dramas ambientados en décadas anteriores y que involucran a la policía (o cualquier otra institución difícil de manejar y dominada por hombres), pero The Long Shadow logra arraigarlos de manera más silenciosa y con paso firme. Es una forma de vida, una forma de pensar más que una sucesión de grandes casos (aunque todavía tiene sus momentos, como cuando la entrevista de los detectives en el hospital con Claxton se convierte en un interrogatorio, cuando su cortesía diseñada frente a un afrobritánico la mujer comienza a desquiciarse).

Pensemos, que en 1975, las investigaciones están a cargo del oficial Dennis Hoban (Toby Jones), pero a lo largo de la serie veremos a otros investigadores tomar las riendas ante los fracasos de sus antecesores, entre ellos George Oldfield (David Morrissey), que ocupa la última parte de la historia. Conforme se van desarrollando los asesinatos y la investigación, da la impresión de que estamos más ante una crónica social que ante un True crime, sobre todo cuando las mujeres salen a las calles, cansadas de la incompetencia de la policía, “reclamando las noches” frente a la orden de quedarse en casa, en un emocionante montaje, mientras suena la versión de Peggy Lee de la canción de Paul Simon “Bridge over the troubled wáter” (1970), una de las favoritas de Jacqueline Hill (Daisy Waterstone), la última víctima del asesino. En este sentido, podemos decir que The long shadow  (2023) es la mejor serie dirigida por Lewis Arnold, y eso que ha sido el responsable de lo mejor que se ha hecho en Gran Bretaña en los últimos años, dirigiendo producciones destacadas como (Des, 2020 el drama de Dennis Nilsen protagonizado por David Tennant)), citada anteriormente, o Time BBC (2021) y Sherwood (2022). Hay un estilo reflexivo que impregna toda la historia y que transforma un thriller policial en un profundo estudio de las consecuencias de una sociedad limitada por los prejuicios. Escrita por George Kay (cuya última aparición fue la muy diferente y divertida en el secuestro de Hijack Apple Tv (2023)  protagonizada por Idris Elba) y dirigida por Lewis Arnold, joven cineasta que se ha curtido en el canal británico con las series citadas anteriormente. Pero quizás lo más sorprendente es que esta historia contada con los resortes de la narrativa clásica, ya que Kay, siendo responsable de algunos éxitos que tienen una textura completamente diferente, como el caso de la exitosa Lupin (Netflix, 2021).

La escritura de GK es mucho más sutil y elaborada, evitando caer en el sensacionalismo para centrarse en la descripción del entorno social y las consecuencias del pánico provocado por la sucesión de trece asesinatos a lo largo de cinco años. Su nombre merece ser olvidado tanto como subrayar que se recuerde a las víctimas. Pero es difícil ver cómo TLS ayuda con eso. El caso del Destripador de Yorkshire es un ejemplo de incompetencia policial y misoginia que tiene las suficientes fracturas tanto para Irlanda como para el Reino Unido. Se observará a lo largo de todos los episodios una torpeza que llega al paroxismo de la desidia. The Long Shadow (al menos hasta ahora, que ya está más lejos que la mayoría) rompe con la regla general. Más que cualquier interpretación de un caso notorio que uno recuerda, siendo, un chavalín. Pues, la atención está en las mujeres. En concreto, las mujeres vivas. Y, cuando se van, las personas que dejan atrás. Todo esto significa que entendemos mejor cómo la investigación salió tan mal tantas veces, e incluso “los buenos” creyeron que las muertes de trabajadoras sexuales (y asumiendo que cualquier mujer cerca de una zona de calle conocida lo era) no valía la pena generar muchos esfuerzos, y por ende, el de cualquier mujer borracha, y claro la noche es muy fiera y a lo mejor, recibió lo que se merecía. Empero, ahora que podemos ver los que significa e interpretar mucho mejor sus actitudes descendientes y la reiteración con la que insidiosamente siguen actuando contra las mujeres. Excelentes y enormes escenas sexistas/racistas o una clara división entre los malos policías y los esos pocos —angelicales— que han logrado trascender sus épocas nos permiten creer que las cosas son diferentes ahora. La sutileza y el cuidado de The Long Shadow parecen negarnos ese consuelo equivocado. Ya que la mirada amplifica el interés más allá del retrato del culpable, la hace mucho más profunda y absolutamente más relevante que la mayor parte de las series basadas en crímenes reales. Lo dicho, estamos ante una gran serie y todo un documento sociológico de historia criminal contemporánea del Reino Unido, pero no se olviden, delante de una ficción de un nivel magistral. Los dos primeros episodios son dignos de los mejores films del mismísimo David Fincher. Nota: 8,5

Donkerboss (2022) ¿Ubi est Mandela?

Hablar de cultura del crimen dentro de la industria audiovisual de un país tan fascinante como caótico en todos los sentidos va a ser un ejercicio entre lo quijotesco y lo perseverante, pero es nuestro deber. Bien, estamos dentro del contexto de la ficción del país austral. Ese país, el mismo del demoledor apartheid, ese de enormes recursos de oro, uranio, platino, diamantes, níquel, vanadio, cobre, gas y demás tierras raras. El país de las 11 lenguas oficiales. Uno de los territorios más grandes del continente africano y con casi 60 millones de habitantes. Curiosamente, toda esa riqueza es destruida cada dos o tres años con levantamientos civiles que expulsan toda su rabia, en forma de cólera xenófoba, contra sus hermanos de color de países tan cercanos como Namibia, Zambia Zimbabue, el Congo, Mozambique, Botsuana en busca de algo de prosperidad como humildes conductores de camiones o cualquiera de los comerciantes de origen índico que haya ido a trabajar e intentar por su cuenta. Nada es seguro, ni nadie conoce a nadie. La violencia es el pan de cada día. El gobierno se ha inventado esa agenda woke del 2030, con una serie de consignas políticas que suenan muy chulas: tendremos unas ciudades seguras, unos hogares para toda familia y mucho trabajo para todos ciudadanos sudafricanos. Esto es un día cualquiera en la utópica Sudáfrica del tan cercano recuerdo para el mundo futbolístico de la piel de toro. Da igual, que vivas, en lo más cool de Ciudad del Cabo, Johanesburgo, Pretoria o Durban. Al final, llegarán hasta ese hermoso pueblo que nos presenta este joven cineasta de origen neerlandés, en su debut audiovisual, con muy pocos medios, pero con un guion maravilloso; Nico Scheepers. Así como un equipo técnico que se desvive por marcar profesionalidad. En una industria que es muy pequeña pero repleta de talento, la cual, está muy expectante a los festivales de cine premium y la política de inversiones de las grandes plataformas del streaming. A partir de todo ese humus nace, la maravillosa Donkerbos. Este Neonoir rural con asesino en serie ritualista; es una de las mejores series vistas en este año por la dirección de nuestra publicación. Donkerbos (traducido aproximadamente a nuestro español como » arbusto o bosque oscuro») tiene mucho de las grandes series policiacas de toda la vida y a la vez, en un poco atípica como esas comunes series de detectives más frecuentes y corrientes. Sí, tiene un ritmo lento, pero la historia y varias de las subtramas se desarrollan funcionan estupendamente a esa velocidad. Los personajes se desarrollan con el paso de cada episodio, más, en formato de 60 minutos. La historia, en sí, es bastante oscura y el trabajo de iluminación y dirección sirven para reforzar esa estética. Todos los actores hacen un excelente trabajo, en particular Erica Wessels (Fanie) y Nicole Holm (Marietjie). Algunas de las escenas, en particular, el episodio final, debieron ser bastante difíciles de filmar. Sin embargo, todo el elenco logró interpretar bien sus papeles.

La historia equilibra una inmersión profunda en los personajes principales mientras va tejiendo una emocionante historia de asesinatos en serie, disputas familiares, tribales, raciales y una fábula inquietante. El programa tiene su sede en Sudáfrica, donde se habla afrikáans e inglés, además de varios otros idiomas. Por lo tanto, es perfectamente natural que el idioma hablado cambie según el entorno o con quién se habla. El espectáculo es un ejercicio exitoso, a menudo escalofriante, de aplicación de los elementos figurados del neonoir al contexto sudafricano. Los temas de los problemáticos protagonistas antihéroes y los asesinatos que revelan injusticias y secretos sociales más amplios; se han convertido en parte de las narrativas internacionales. Hay ecos de aquellos campos silenciosamente siniestros de Reyka (2021) —espléndida—, ominosamente envueltos en niebla, son paralelos a Memories of Murder, una película de 2003 del director de Parasite, Bong Joon Ho, sobre la búsqueda de un asesino en serie en la zona rural de Corea del Sur. En los siniestros bosques, a las afueras de la ciudad ficticia de Donkerbos, la policía descubre una fosa común de niños asesinados, cuyos cadáveres están rodeados de símbolos crípticos y adornos grotescos. “Mucha gente muere en este país… muchos niños. ¿Pero todos a la vez? —dice atónito un funcionario de documentación, encargado de ayudar a la policía en sus investigaciones. Los medios de comunicación sudafricanos aprovechan este horror como prueba de los sacrificios de niños cometidos por “satanistas” y “brujas”. Pero a medida que las investigaciones de la brillante pero problemática detective del Servicio de Policía de Sudáfrica (SAPS), Fanie Van Wyk (Erica Wessels) y su igualmente talentoso y nuevo compañero, Tsedza Tshivenga (Sanda Shandu), comienzan a revelar, estos crímenes salvajes tienen sus raíces más en lo mundano: una realidad que ha sobrealimentado lo sobrenatural. El descubrimiento de los cuerpos saca a la luz el pasado de los protagonistas, como la relación extramatrimonial de Fanie y la relación distante con su marido que previamente ha sido condenada por abuso. En lugar de belleza prístina, que invita a un retiro rural idílico; Donkerbos está atravesado por una violencia incipiente y su hijo adolescente gravemente deprimido. A medida que profundizan en el caso, queda claro que el verdadero peligro para los niños locales son a menudo sus propios cuidadores, como una madre negligente que deja a su hija al cuidado de una pareja: fanatismo religioso y abuso íntimo de menores. Con una fotografía envuelta de niebla y personajes uniformemente miserables, que hablan en un diálogo portentoso sobre el mal omnipresente del mundo, este drama en afrikáans, inglés y venda (bantú) está muy explícitamente enmarcado como una variante sudafricana del oscuro drama de investigación policial.

Las sombrías historias de detectives que desentrañan crímenes espantosos, que a menudo ocurren en ciudades supuestamente tranquilas que esconden secretos de pesadilla, se han convertido en éxitos arrolladores en la era del streaming VOD. Esto incluye la ola de Nordic Noirs, como The Killing y The Bridge, producciones escandinavas que luego tuvieron remakes americanos. Sin embargo, a medida que las pantallas se vuelven cada vez más grandes y brillantes, parece que el público se siente cada vez más atraído por historias definidas por la desolación narrativa y visual. En el siglo pasado, el género de ficción detectivesca se asoció con el escapismo, con policías o investigadores privados afiliados a la policía, como Poirot de Agatha Christie, resolviendo crímenes entre las clases altas. Si bien el estilo duro estadounidense, iniciado por escritores como Raymond Chandler y Chester Himes, era más cínico respecto del orden social (a menudo retrataba tanto a los ricos como a la policía como disfuncionales y corruptos), ofrecía, sin embargo, la emoción indirecta de personajes con dos puños que luchaban contra las injusticias y exponer secretos. Pero en el siglo XXI la ficción policial se ha convertido cada vez más en una forma de realismo social, centrada en analizar las consecuencias violentas del crimen en las comunidades. Esta seducción por la investigación refleja un estado de ánimo cultural en el que la gente se siente inundada con noticias sobre Donkerbos, se hace eco de esta visión pesimista del mundo y afirma que refleja la necesidad de sentir que hay “gente valiente entre nosotros y la oscuridad”. Con escenas que muestran cortes de energía y edificios municipales en ruinas, Donkerbos, aprovecha un sentimiento generalizado de desilusión sobre el estado de la sociedad sudafricana. La serie se emitió en Sudáfrica en medio de una crisis energética en curso, donde la corrupción y la mala gestión en el monopolio eléctrico del país provocaron 1.900 horas de “desconexión de carga” (un eufemismo para apagones continuos) solo en 2022. Las tomas de edificios cerrados y calles llenas de basura resaltan el continuo colapso del gobierno local. Según las propias cifras del gobierno, el 59% de los 257 municipios del país están en quiebra y no pueden prestar servicios regulares. Criminalidad, corrupción política y financiera, pero impotente para tomar medidas para detenerlos. Nico Scheepers, el creador de y la violencia social (y la aparente incapacidad de la policía para controlarla) se evidencian en la repugnante regularidad con la que los medios de comunicación se ven inundados con historias de secuestro, abuso y asesinato de niños. Hay gente que habla del nuevo True Detective versus África del Sur. Muchos de ellos críticos que asistieron al pase en la última Berlinale.

Pero  la serie también denuncia tanto a las noticias como a las instituciones religiosas y cómo utilizan cínicamente la publicidad sobre crímenes para sus propios fines. El pastor de la ciudad intenta aprovechar el descubrimiento de los cuerpos para atraer seguidores a su iglesia. En otra escena, un reportero de televisión que persigue una ambulancia aconseja a la madre de un niño asesinado: “Consejo profesional, a la gente le encantan las lágrimas, así que no te contengas”. Dokerboss también analiza cómo la poderosa influencia del fundamentalismo cristiano estructura la información y la vigilancia del crimen en sí. El sadismo y la brutalidad de muchas acciones criminales se consideran tan terribles que no pueden ser simplemente obra de la malicia humana. El propio SAPS mantiene una división de Crímenes Ocultos, 1995 que el país tenía “20.000” satánicos, en activo, que habían hechizado a los agentes de policía para causarles problemas castrenses y financieros. La división de Crímenes Ocultos clasifica todo, desde películas de terror hasta fundada en los últimos días del apartheid por el fundamentalista cristiano Kobus “Donker” Jonker, quien aparecía regularmente en la prensa lanzando afirmaciones escandalosas, como cuando le dijo al periódico Mail & Guardian en prácticas religiosas tradicionales africanas en alianza con las fuerzas del mal, y como era de esperar, ha hecho poco para reducir la tasa de asesinatos, porque su enfoque está en evangelizar una visión religiosa extrema del mundo en lugar de la realidad real. Aspectos prácticos de la resolución de delitos. Los medios de comunicación siempre están dispuestos a darle vida a las historias de crímenes con indicios de participación satánica. Entre 2012 y 2016, una pequeña secta llamada Vencedores en Cristo cometió 11 asesinatos en la ciudad de Krugersdorp, en las afueras de Johannesburgo. A pesar de la amplia evidencia de que estos asesinatos fueron motivados por el robo y la venganza, muchos medios de comunicación los describieron erróneamente como asesinatos “satánicos”. En la hiperbólica serie documental de 2021 Devilsdorp (también producida por Showmax), los entrevistados expresan regularmente su sorpresa, sobre esos blancos conservadores de pequeños pueblos puedan ser responsables de alguna matanza criminal. El uso de música y edición espeluznantes sugiere la influencia de fuerzas diabólicas ocultas, pero lo que se omite, sin embargo, es el hecho de que esos mismos valores moderados sustentaron los crímenes sistémicos del apartheid. Así como el personaje, entre la mística étnica y el trato matriarcal a sus detectives; la capitana Thoko Ntshinga, llamada, coloquialmente, Didi.

Se da a entender que el crimen violento es algo asociado con el “otro”: muy urbano y pura patología dentro de la sociedad sudafricana. Donkerbos desafía este lenguaje cultural, y la investigación descubre el exudado físico que supura bajo la tranquila mitología de Dorp (un pequeño pueblo, donde todo el mundo se conoce). La violencia generalizada alimentada por traumas históricos no resueltos y la mala gobernanza contemporánea, y validada inconscientemente por ideologías de género reaccionarias sobre la dominación masculina de mujeres y niños, significa que ningún espacio está completamente exento de los horrores de la existencia contemporánea sudafricana. Aunque, la serie es un intento serio de luchar dentro de una realidad verdaderamente inquietante, su adhesión a otras convenciones de género, refleja un conservadurismo artístico. Sin embargo, no deja de criticar a los protagonistas policiales defectuosos, se adhiere esa la idea que la policía es, en última instancia, una fuerza para el bien. Los policías son la última línea entre la civilización y el caos, la única protección real contra los horrores. A pesar de su compromiso con la determinación, la descripción del SAPS no logra capturar la sórdida realidad. Al contrario de los agentes obsesivamente comprometidos del programa, los policías sudafricanos tienen una reputación infame, por su mala praxis en las investigaciones de los abusos y la violencia de género. Además, hay una amplísima evidencia, en torno, a como la policía es un laberinto de criminalidad, con agentes trabajando para bandas del crimen organizado y denunciantes asesinados. Donkerbos pierde la oportunidad de profundizar en las barrocas redes del poder y paranoia dentro del estado. Creo que ha acertado, en ese quid, podría haberle desviado del eje central de la historia. Al igual que su predecesor Showmax, la citada anteriormente Reyka ya vista en Filmin, nos mostraba la función de la ficción criminal como un testimonio cuasi teológico de los males del mundo, sin ofrecer la promesa sobre que  tipo de cambio social pueda mejorar las cosas. Aunque fuera cualquiera, pero un cambio. Empero la tradición global de la ficción policiaca también tiene una contracorriente de narrativas antiautoritarias y antisistema, que critican activamente las formas dominantes de poder político y económico y la moralidad convencional. Hay tantas historias de forasteros y forajidos que trabajan fuera del sistema como el protagonista de la policía común. Si miramos a algunos de los contemporáneos de Donkerbos, como las películas negras surcoreanas A Bittersweet Life (2005) y Burning (2018), ofrecen comentarios mordaces sobre la alienación personal y de clase en el capitalismo postardío. En el caso de la estadounidense Yellowjackets (2021) comparte un escenario forestal con Donkerbos, pero sustituye su tono melancólico por una historia salvaje de rarezas sobrenaturales y distópico comportamiento. Al priorizar la extravagancia visual y narrativa, estas obras ofrecen una perspectiva diferente de la realidad social contemporánea, al tiempo que aluden al potencial de agitación y transformación.

Si bien tiene muchos méritos por sí sola, ver Donkerbos me hizo preguntarme si Sudáfrica necesita más policías versus historias malvadas. La realidad surrealista de la vida contemporánea justifica ficciones que subviertan nociones ordenadas de ley contra el desorden y que vayan más allá de simplemente detallar la disfunción. El tono desesperado de la serie es una respuesta a una sensación muy real de desesperación que está omnipresente en el país, pero esta tristeza nos impide sentir una sensación de dependencia y pensar en las alternativas políticas y culturales que podrían transformar una sociedad asustada y rota. Nada mejor que la aparición en escena de la subtrama de los hermanos Van der Walt, Sybrand y Bram (excelentes interpretaciones). Quizás, en lugar de esperar que la gente nos salve, necesitemos narrativas sobre cómo hacerlo nosotros mismos. Toda la historia está ambientada en Limpopo, el nuevo thriller policial captura historias reales de sudafricanos, desde violencia doméstica hasta secuestros y asesinatos de niños. «Cuando se encuentran los cuerpos de seis niños en los bosques apartados de Donkerbos, la detective Fanie Van Wyk, está de por sí, condenada al ostracismo, y deberá luchar, no sólo contra un psicópata que tiene aterrorizada a la región, sino contra su oscuro pasado: su familia y una comunidad desconfiada para atrapar al asesino antes de que se lleven a otro niño». Finalmente, me quiero quedar con unas palabras del director —que sabe de la desdicha y la tragedia de su país— donde afirma, que el crimen es algo tan cotidiano, en todas partes del mundo, porque este género cinematográfico es lo más cercano a la vida que tenemos y camina por esa línea, en la que todos tenemos que creer, que hay una o dos personas, interponiéndose entre nosotros y el caos. Y es por eso que este género nunca morirá, funciona en cualquier idioma y es un género que viaja. Pero no puedes optar simplemente por la retórica figurada. Tienes que encontrar la especificidad dentro de eso. Quería ambientar la serie en el mundo con el que estoy más familiarizado, que es esa parte de la Sudáfrica rural. Y como crecí en una granja, en el medio rural de Limpopo, quería abrazar todas las cosas que la hacen única en términos de relaciones raciales, en términos de estructuras financieras y gubernamentales rotas. El verdadero drama es la sempiterna pregunta: ¿Cómo les falla el gobierno a las mujeres y a los niños? ¿Y cuáles son los sistemas existentes que no pueden simplemente fallarle a un niño, sino crear un monstruo? La respuesta no la tiene ni el jodido presidente de esa hermosa nación. Habría que hablar a través de psicofonía con el mismismo Nelson Mandela y gritarle: ¿Uti est Mr. Nelson? para que trajera la paz que necesita una de las naciones más ricas del mundo; que se desangra en sus 11 idiomas, cada día. El mal y los demonios de Sudáfrica se reflejan en esta excelente ficción. Una nueva historia en clave Neonoir de un país completamente resquebrajado. Un consejo de todo corazón, Dorberkos 2022, merece la pena ser vista. En principio el visionado de esta serie está vía lugares de emisión por Google. Si nos atenemos a la lógica, en poco tiempo, la plataforma Filmin sería el canal que la emitiría en España. Nota: 8,6

Justified; City Primeval (2023)  “Nostalgia de Raylan Givens”

Justified: City Primeval (2023), es el reinicio de FX de la serie original de Yost, que siendo más crítico con esa ira, o al menos más consciente, que la propia audiencia; podría no aceptar o simpatizar acríticamente con un protagonista blanco enojado que muestra una placa y empuña una pistola. Entonces, aparece el Raylan de Harlan, de los gritos de la clase trabajadora blanca de la serie original, y lo traslada a las calles de Detroit. A pesar de ser el protagonista de la serie, Raylan, rara vez es el personaje principal en ninguno de los episodios de este reinicio. En cambio, el programa usa su presencia, su anacronismo y su rabia, para hacer nuevas preguntas sobre esa placa, arma y maneras qué pueden permitir, qué grandes injusticias puedan ser demostradas. Desarrollada por Dave Andron y Michael Dinner, dos escritores de la serie original, y basada en la novela City Primeval (Ciudad primitiva en España editada como Ciudad Salvaje) del inefable Elmore Leonard, escrita en 1980. La nueva Justified 3.0, es una serie limitada, entretenida, y ocasionalmente estimulante sobre el crimen y la corrupción en Detroit. Veremos muchas grandes cosas de las que solía hacer el antiguo Justified. Explora la confusión entre la aplicación de la ley y la infracción de la ley, particularmente en una línea narrativa sobre la corrupción judicial. También sigue interesado en la desconexión entre la policía y la comunidad (mostrando esta vez a través del mafioso albanés de Terry Kinney, cuya vigilancia extralegal de su propia comunidad reemplaza con frecuencia cualquier plan que tenga en marcha el Departamento de Policía de Detroit). “El orden y la justicia no son lo mismo”, dice alguien en la nueva serie, y eso bien podría ser una declaración de misión para todo el universo televisivo de Justified.

La nueva entrega de este nuevo siglo; retoma varios años después del final de la anterior. Conocemos a Raylan en un viaje por carretera con su hija (interpretada por la hija del actor Timmy Olypahnt, en la vida real, Vivian Olyphant/guiño endogámico por la escuadra). Se hallan, en el clásico Lincoln de Givens, de camino hacía un campamento para adolescentes con problemas; cuando dos ladrones de coches cometen el error de intentar extorsionarlos. En poco tiempo, los dos posibles delincuentes están esposados en el asiento trasero comiendo comida basura, a un paso, de ser entregados a las autoridades en Michigan. Raylan es, como de costumbre, infaliblemente educado, pero también sagaz y sutil  para ser brutal, como la caída de un buen Stetson. Al final del episodio, se las arregla para ayudar a la policía de Detroit con una investigación de asesinato. Así que Raylan se refugia en un hotel local, como en los viejos tiempos, y comienza City Primeval. Lo que promete ser simple, o lo que le prometieron a Raylan que sería simple, se convierte en complicaciones que requieren ocho episodios para resolverse, involucrando a mafiosos albaneses; mejores y peores policías (Victor Williams, flemático; Norbert Leo Butz, colérico); un ex bajista propietario de un bar que alguna vez tocó con Miles Davis (Vondie Curtis-Hall como Sweetie); el villano principal (ver más abajo) y su novia, la camarera yonqui del casino (Adelaide Clemens como Sandy); y Carolyn Wilder (Aunjanue Ellis-Taylor, aportando profundidad a lo que equivale a un papel coprotagonista), una abogada de defensa criminal cuyas relaciones con Raylan pasan de ser antagónicas a algo que simplemente tendrás que observar y ver. Los personajes secundarios vívidos, bien escritos y bien elegidos, fueron uno de los grandes placeres de “Justified 2010”, y lo mismo ocurre con “City Primeval”2023.

Vale la pena señalar que la novela en la que se basa la nueva serie no presenta a Raylan Givens como personaje. Los escritores de esta serie simplemente lo agregan a la trama existente y se nota un poco. La investigación del asesinato en esta serie se centra en un asesino llamado Clement Mansell (Boyd Holbrook), conocido como “The Oklahoma Wildman”, que es, no por casualidad, otro forastero blanco sureño de gatillo rápido. Su juerga de violencia y rapacería aparentemente sin consecuencias en la ciudad pone en crisis los sistemas corruptos de un oscuro Detroit, por lo que la historia, se trata tanto de detenerlo como de comprender  el porqué, precisamente, es tan difícil de detener. Boyd Holbrook interpreta al ya mencionado Wildman con un regocijo esforzado, pero es difícil no darse cuenta de que su carisma palidece en comparación con el de Olyphant, especialmente porque el programa trabaja muy duro para unir a los dos: Mansell desafía repetidamente a Givens a un duelo de armas, como si estuviera disfrazado de su personaje favorito de su serie preferida, Justified. Un sello distintivo del antiguo Justified, siempre fue que —Raylan no era fundamentalmente diferente de los malos que perseguía— se acercaba a ellos, por algún chocante tipo de parentesco. De hecho, el espectáculo se construyó en torno a la idea sobre, que él y Boyd, tomaron caminos opuestos desde el mismo origen. De hecho, se ha señalado muchas veces, “Justified” 2010 es un western contemporáneo: Importa, entonces, que Raylan sea un alguacil, como Willie Masterson o Wyatt Earp, o su antepasado televisivo; el ínclito Sam McCloud, y no un policía, o un detective privado (Aunque hay un toque del caballero andante Philip Marlowe de Raymond Chandler en él.)

Con su estilo lacónico y su don para el humor seco, una sonrisa de dientes colgate y un brillo irónico en sus ojos, Olyphant tiene la presencia de una estrella del oeste de la clase A. Un toque de John Wayne, sazonado de James Stewart o, especialmente, gratinado de Joel McCrea, pero volcado a la intimidad de formato largo de la pequeña pantalla. El malvado Oklahoma Wildman, por otro lado, sigue siendo más una molestia que un verdadero retador. Holbrook interpreta a un disponible vacío, para ocupar el centro del espectáculo, un agente del caos cuyos crímenes tienen poca relación con el lugar o las personas que está explotando. Su presencia solo enfatiza la pregunta: ¿Qué está haciendo aquí cualquiera de estos muchachos blancos con acento sureño? El problema del villano en City Primeval sobresale, tanto como el paquete del gayumbo blanco de algodón inmaculado (tipo abanderado), demasiado colgajo ¿XXL? ¿Una polla tamaño Fassbinder o cosas de las prótesis tan de moda en este nuevo Hollywood de pancarta y Light and Magic facial rejuvenecedor?  Obviamente, las primeras tres temporadas de Justified 2010, bajo mi punto de vista y una larga lista de adictos al beluga televisivo, fueron una obra maestra de la historia de la Tv. Tristemente, ignorada de la era Peak TV del snobismo de críticos de pedigrí con ínfulas de neosofistas. En gran medida, porque se nos  presentaron dos de las mejores actuaciones, de villanos de la televisión del siglo XXI. El icónico, explosivo neonazi, convertido en evangélico, de Walton Goggins, Christian Boyd y Margo. La asesina materfamilias de Martindale, Mags Bennett. Sin embargo, más allá de Boyd o Mags o incluso de Raylan, fue el submundo del condado de Harlan el que más definió a Justified y es ese el que más echamos de menos en esta glacial City Primeval. Por cierto, no puedo olvidar al genio que nos dio estos enormes diálogos, el gran Elmore Leonard, bendito sea, entre los grandes escritores de novela negra, gracias por estas andanzas por las calles de Detroit. Seamos sinceros, tenemos demasiada nostalgia de Raylan Givens. Nota: 8